“Devuélveme el cadáver” dijo María Magdalena, envuelta en llantos. Estaba tan hermosa la mañana y el sepulcro. Se le acercó un hombre, muy despacio. Los ojos nublados no la dejaban ver. Creyó que era el hortelano a cuyo cuidado estaba ese terreno. “Devuélveme el cadáver”… El aparecido susurró ¡No me toques!... y ella cayó en la cuenta, y cayó de rodillas también, y volvió a escuchar ¡No me toques!
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