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Los ritmos del tiempo: La última ola. Sueños antiguos, ciclos naturales, la obra maestra del fantástico australiano

Publicado el 12 abril 2010 por Esbilla

Los ritmos del tiempo: La última ola. Sueños antiguos, ciclos naturales, la obra maestra del fantástico australianoLa última ola (The last wave)

Director: Peter Weir

Año: 1977

País: Australia

106 min.

Fotografía: Russell Boyd

Música: Charles Wain

Guión: Peter Weir, Tony Morphett y Petru Popescu

Reparto: Richard Chamberlain, Olivia Hamnett, David Gulpilil, Nandjiwarra Amagula, Frederick Parslow, Vivean Gray

Mesmerizante obra maestra no ya sobre el choque cultural, típico de los trabajos del espléndido y no suficientemente reconocido Peter Weir, sino directamente acerca de dos concepciones del universo y del tiempo contrapuestas. Explora la idea de ciclos de destrucción y creación que sustentan las creencias de los aborígenes australianos y su aceptación natural como ritmos inalterables -como bien se explica en la película viven dos realidades interrelacionadas: la cotidiana y la del sueño, siendo además los sueños explicados como la “una sombra de algo real”. Una idea bellamente expresada durante la cena compartida con el personaje de David Gulpilil y el brujo al que interpreta de modo impresionante por Nandjiwarra Amagula, líder tribal y pintor  él mismo, en la que este se retira a las sombras justo cuando Chris explica a Chamberlain esta particular concepción que le servirá como vía de interpretación de sus propios sueños premonitorios- percibidos por el hombre blanco como impenetrables y terroríficos. Un film a la vez profundamente enraizado en la gran época del fantástico (y del otro también, que ahí esta el soberbio Bruce Beresford de  Asalto al furgón blindado y “Breaker” Morant en 1978 y 1980 respectivamente) australiano de finales de los 70 y primeros 80 -además de la previa y envolvente Picnic en Hanging Rock (1976) del propio Weir, el más que influyente tebeo post-apocalíptico Mad Max (1980) de George Miller o Long Los ritmos del tiempo: La última ola. Sueños antiguos, ciclos naturales, la obra maestra del fantástico australianoWeekend(1978), también una extraña muestra de horror metafísico-ecológico Colin Eggleston, por citar las recurrentes- y en la corriente ecologista y/ “animalesca” del  fantaterror qeu fue moda en el cambio de década, hasta el punto de que la cinta con mayores parentesco con esta sería por fuerza la muy sugestiva Lobos humanos que recurre por igual a ciertas directrices antropológicas y sociales aunque desde presupuestos estéticos y genéricos diferentes pero compartiendo una base muy similar la posibilidad de lo antiguo combatiendo contra la modernidad. Los ritmos del tiempo: La última ola. Sueños antiguos, ciclos naturales, la obra maestra del fantástico australiano

La última ola ajusta con singular precisión un complejísimo dispositivo conceptual que permite atacar el film desde una inusitada cantidad de ángulos (aquí se puede leer una estupenda disección) que acogen por igual esa antropología fascinante, la denuncia de la deriva de las tribus aborígenes y su progresivo exterminio y aculturación (algo que aparece con mucha fuerza en ese extraño western entre “conradiano” y bíblico que es The Proposition -2005-, dirigida con sobriedad por John Hillcoat y guionizada/ musicalizada por el gran Nick Cave con un score, en colaboración con el violinista delos Dirty Three y tambien Bad Seed Warren Ellis, que replica en algunos aspectos el de este film, no por tanto por su sonido como por similar voluntad de trance), una variante intelectualizada del cine de catástrofes, resabios paranoicos, horror sensorial y delirio onírico, angustia existencialista y metafísica en un dispositivo asombrosamente armónico e inagotable, una de esas obras cumbres que Los ritmos del tiempo: La última ola. Sueños antiguos, ciclos naturales, la obra maestra del fantástico australianodemuestran como los niveles de lectura son los que hacen verdaderamente grande la ficción, sin volverla gratuitamente compleja, integrándose con naturalidad y dejando puertas abiertas por los que entrar.

De manera perfecta (el guión es primoroso en su construcción y progresión, en su estructura hipertextual en la que una imagen y un momento remite a otro anterior o anuncia uno futuro) la riqueza de ideas, la elegancia alejada de cualquier tentación de barroquismo de las soluciones de puesta en escena y la lícita profundidad de las ambiciones (por ejemplo: la decisión de que el protagonista blanco sea un abogado mientras se dirime un juicio universal en el que la ley natural está por encima de los hombres) funcionan dentro de los parámetros del fantastique, lo que permite a Weir deslizarse por lugares inaprensibles en los que la irrealidad manda y que son aquí visualizados en Los ritmos del tiempo: La última ola. Sueños antiguos, ciclos naturales, la obra maestra del fantástico australianoescenas fascinantes y de rara belleza -la tormenta de granizo bajo un cielo azul que abre la película, la visión apocalíptica de una inundación en forma de alucinación resuelta en un contraplano tan sencillo como demoledor, manera exacta de explicitar que lo imposible ya está aquí. Los ritmos del tiempo: La última ola. Sueños antiguos, ciclos naturales, la obra maestra del fantástico australiano

O sobre todas la imponente escena de la conversación en trance entre Chamberlain y el chamán que revela finalmente la verdadera naturaleza del protagonista como transmisor entre mundos- que atacan sorpresivamente una superficie mundana en la que la rareza y lo inquietantes es una gotera que termina por calarlo todo, apoyándose en la repetición obsesiva de motivos (el agua y los elementos acuáticos-las ranas, por ejemplo- o mágicos –el búho, los árboles que, literalmente, atacan la casa ya en el clímax final) y encuadres (magistral la escena en la Chamberlain sueña con un Gulpilil que le entrega la runa, visualizado exactamente igual que una escena posterior en la Los ritmos del tiempo: La última ola. Sueños antiguos, ciclos naturales, la obra maestra del fantástico australianoque el protagonista toma el lugar del aborigen mientras que su esposa es quien despierta viéndolo) que adquieren una significación distinta pese a ser idénticos; a esto se une la utilización de un suave ralentí en determinados momentos para lograr un clima y un tempo flotante que es puro extrañamiento al que colabora de forma decisiva un uso del sonido, el ruido (todo el metraje esta atravesado de una vibración profunda que es como escuchar una caracola) y la música para crear un clima de sugestión subliminal (minimalista y abstracta por momentos y recordando el krautrock de los Popol Vuh de Aguirre, la cólera de Dios o antecediendo lejanamente al Vangelis electrónico de Blade Runner en otros) que tiene en la sonoridad ancestral del didgeridoo su perfecta traducción, una voz antigua como esos rostros que son montaña, madera y primitivismo, un horror arcaico e intenso que no queda muy lejos de ser la mejor transposición de Lovecraft en imágenes.Los ritmos del tiempo: La última ola. Sueños antiguos, ciclos naturales, la obra maestra del fantástico australiano


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