Los poemas que siguen pertenecen a la obra de Jim Morrison titulada Los Señores. Notas sobre la visión (1969), que, junto a otro de sus poemarios, Las nuevas criaturas (1968), aparece en un mismo volumen, Poemas I (Editorial Espiral/Fundamentos).
XIX
Más o menos, todos sufrimos de la psicología del voyeur. no en un sentido estrictamente clínico o criminal, sino en toda nuestra actitud física y emocional ante el mundo. Cada vez que tratamos de romper este hechizo de pasividad, nuestras acciones son crueles y torpes y generalmente obscenas, como un inválido que ha olvidado como caminar.
XXI
El voyeur, el mirón, el curioso, es un oscuro comediante. Es repulsivo en su oscuro anonimato, en su secreta invasión. Está lastimosamente solo. Pero, curiosamente, es capaz a través de este mismo silencio y ocultación de convertir en ignorante pareja a cualquiera al alcance de su vista. Esta es su amenaza y poder.
No hay casas de cristal. Las persianas se bajan y la vida "real" empieza. Algunas actividades son imposibles al aire libre. Y estos sucesos secretos son el juego del voyeur. Los busca con su innumerable ejército de ojos —como la noción que tiene un niño de una deidad que lo ve todo. "¿Todo?" pregunta el niño. "Sí, todas las cosas", le responden, y el niño tiene que arreglárselas solo con esa intrusión divina.
El voyeur es un masturbador, el espejo su insignia, la ventana su presa.
XXII
Ella dijo. "Tus ojos siempre son negros". La pupila se abre para captar el objeto de la visión.
Las imágenes nacen de la pérdida. La pérdida de las "extensiones amigas". El pecho es extirpado y el rostro impone su fría, curiosa, enérgica e inescrutable presencia.
XXIII
Puedes disfrutar la vida de lejos. Puedes mirar las cosas pero no probarlas. Puedes acariciar a la madre solo con con los ojos.
No puedes tocar estos fantasmas.
XXIV
La Baraja. Solitario acariciador de cartas. Se dio una mano. Levanta fotos del pasado en interminables permutaciones, baraja y empieza. Clasifica las imágenes otra vez. Y clasifícalas otra vez. Este juego revela gérmenes de verdad, y muerte.
El mundo se convierte en un aparentemente infinito, aunque posiblemente finito, juego de cartas. Combinaciones de imágenes, permutaciones, comprenden el juego del mundo.
Una leve posición, desprovista de riesgo, estéril en el fondo. Con una imagen no hay peligro presente.
XXVI
Los espectadores de cine son vampiros callados.
El cine es el arte más totalitario. Toda la energía y sensación es absorbida en el cráneo, una erección cerebral, el cráneo hinchado de sangre. Calígula deseaba un solo cuello para todos sus súbditos de manera que pudiera decapitar el reino de un solo golpe. El cine es este agente transformador. El cuerpo existe por los ojos; se convierte en un tallo seco para sostener a estas dos blandas e insaciables joyas.
XXVII
El cine confiere una especie de falsa eternidad.
Cada película depende de todas las otras y te lleva hasta las otras. El cine era una novedad, un juguete científico, hasta que un número suficiente de obras se acumularon, las necesarias para crear otro mundo intermitente, una poderosa, infinita mitología en la que sumergirse a voluntad.
Las películas crean una ilusión de eternidad favorecida por su regular, indómita aparición.
XXVIII
El encanto del cine está en el miedo a la muerte.
El Oriente moderno crea el mayor número de películas. El cine es una nueva forma de una antigua tradición —las sombras chinescas. Incluso su teatro es una imitación de ellas. Nacidas en India o China, las sobras chinescas se representan junto al ritual religioso, unidas a las celebraciones centradas en la incineración de los muertos.