Me da pena ver que la atención al público se extingue, y que lo que antes era un oficio e incluso un arte -atender bien o saber vender- tiende a desaparecer. Lo pienso también siempre que voy a una de esas gasolineras en las que te sirves tú mismo. Procuro evitarlas, suelo ir a las que tienen dependientes que te ayudan. A veces también pienso sobre ello en los restaurantes y cafeterías, especialmente cuando alguien protesta porque no le atienden todo lo rápido que querría. Es verdad que en ocasiones reclamarán un buen servicio con trazón. Otras no tanto. Las protestas vienen con frecuencia de las mismas personas que nunca se quejan cuando van a un local de comida rápida. Hacen una cola de un cuarto de hora para pedir lo que quieren; esperan de pie ante el mostrador a que les sirvan su pedido; ellos mismos lo llevan a la mesa; y cuando han terminado de comer, tienen que recoger, tirar los deshechos a la basura y colocar la bandeja en el lugar indicado. Pagan casi lo mismo que cuando comen un menú del día, servido por un camarero y recogido por el mismo trabajador. Y, sin embargo, casi nunca he visto protestar a nadie en una de esas franquicias o cadenas. No deja de ser curioso. Entiendo la comodidad de lo que ahora llamamos e-comerce -y que yo misma practico de vez en cuando-. Y se que avanzamos lenta pero inexorablemente hacia el comercio virtual. Pero quizá, en este momento, podamos echar una mano y apoyar la razón de ser de muchos puestos de trabajo que, de otra forma, no existirían. Por su parte, los vendedores, las dependientas, deberían esforzarse en ser cada día mejores profesionales. Tendrían que pensar en ofrecer a sus clientes un valor añadido. De eso puede depender que un ratón tarde mucho más tiempo en sustituirles.
Los vendedores o el ratón
Publicado el 21 febrero 2012 por BeatrizbeneitezMe da pena ver que la atención al público se extingue, y que lo que antes era un oficio e incluso un arte -atender bien o saber vender- tiende a desaparecer. Lo pienso también siempre que voy a una de esas gasolineras en las que te sirves tú mismo. Procuro evitarlas, suelo ir a las que tienen dependientes que te ayudan. A veces también pienso sobre ello en los restaurantes y cafeterías, especialmente cuando alguien protesta porque no le atienden todo lo rápido que querría. Es verdad que en ocasiones reclamarán un buen servicio con trazón. Otras no tanto. Las protestas vienen con frecuencia de las mismas personas que nunca se quejan cuando van a un local de comida rápida. Hacen una cola de un cuarto de hora para pedir lo que quieren; esperan de pie ante el mostrador a que les sirvan su pedido; ellos mismos lo llevan a la mesa; y cuando han terminado de comer, tienen que recoger, tirar los deshechos a la basura y colocar la bandeja en el lugar indicado. Pagan casi lo mismo que cuando comen un menú del día, servido por un camarero y recogido por el mismo trabajador. Y, sin embargo, casi nunca he visto protestar a nadie en una de esas franquicias o cadenas. No deja de ser curioso. Entiendo la comodidad de lo que ahora llamamos e-comerce -y que yo misma practico de vez en cuando-. Y se que avanzamos lenta pero inexorablemente hacia el comercio virtual. Pero quizá, en este momento, podamos echar una mano y apoyar la razón de ser de muchos puestos de trabajo que, de otra forma, no existirían. Por su parte, los vendedores, las dependientas, deberían esforzarse en ser cada día mejores profesionales. Tendrían que pensar en ofrecer a sus clientes un valor añadido. De eso puede depender que un ratón tarde mucho más tiempo en sustituirles.