Los versos del hambre

Publicado el 11 abril 2013 por Sara M. Bernard @saramber

— No.
—¿Y por qué no?
Porque ahora no.
Grrr...
Este fin de semana ha aparecido una sensación nueva, llámala ataque de furia productiva. Es lo que pasa cada vez que publico todos los días un post, por muy intrascendente o loco que sea. Hasta llegar a dos al día, hasta la obligación de apagar la pantalla y no estar saturando con otras tres o cuatro publicaciones este espacio. A fin de cuentas, sólo es un desahogo y tomo con gran cautela que exista un porcentaje microscópico de "lectores".
Esta furia natural como actitud reactiva es, en cierto modo, algo por lo que alegrarse. Sí, es reconfortatnte que el instinto no sea reaccionar desde la queja o la depresión.
Será el espíritu de José Luis Sampedro.
Será la mezcla de escribir todos los días, lecturas e información que he estado olisqueando, el conglomerado de noticias político-sociales-culturales, una entrevista (fallida) de trabajo, la búsqueda de nuevos proyectos y formas con los que presentarse a las empresas. Con  todo esto junto, de repente, se me han cruzado los cables: la idea de publicar ya, ahora, mañana, un texto cualquiera. Un poemario de 60 páginas, o una especie de crónica "Generación 30" de apenas 90. Cualquier cosa, para Amazon, con el único objetivo de rascar unos céntimos.
¿No es eso lo que quieren las editoriales, a fin de cuentas, rascar todos los céntimos posibles?
Pero esto es por pura supervivencia, muy alejado de: amistades, ni favores, ni attetionn whore, nombre, reconocimientos ni premios. Ni siquiera best-seller. Arañar unos pobres céntimos, que sí sirven, creedme. Hay una gran diferencia entre tener 10€ y poder comerse varios bocatas de jamón york con agua del grifo, para engañar al estomágo, hasta que la familia pueda hacer un nuevo ingreso, o esperar sin nada.
Es el equivalente a pedir en la calle. Todo porque esos manuales de coaching hablan de "la nueva manera de entender el trabajo" y de "la única manera que tenemos de brillar es ser nosotros mismos" y de cosas igual de maravillosas, de zen, de todo. Es evidente que eso sólo les funciona a los que cuentan eso, porque se están forrando diciendo esas tonterías en sus libros, programas de radio y conferencias.
Todo eso, en apariencia creativo, ya lo hice en su momento. No repartir curriculos con CC indiscriminadamente, sino ofrecer proyectos interesantes, investigar las empresas. Lo mismo a una productora que a una tienda de ropa como dependienta, que en un bar. Generar valor, que lo llaman los gurús. Pues ni uno, oiga, no tendrían valor ninguna de esas ideas. También ejerzo una gloriosa creatividad utilizando la falsedad documental, véase, ahora tengo estudios hasta Bachillerato e incluso menos. Lo que no se puede falsear es que avanza el tiempo, de 31 a 32, a 33, 34...
No sé qué oscuras intenciones tendrán con los menores de 30, pero no es posible que sectores tan diferentes reciban subvenciones por contratar a menores de esa edad. O es eso, o están todos chalados.
Y no se crean: hasta de recepcionista para un cementerio, me apunté una vez. Manejando todas las herramientas ofimáticas que pedían. Un empleo muy Belén de "Aquí no hay quien viva".
Es desde esta postura de "el caligrama en chino de crisis significa oportunidad" que he probado mil y un caminos. Y desde ahí, he venido aquí a quejarme, con todo el odio del mundo. Ante los discursos fatalistas aparecen los discursos thatcherianos, "algo habrás hecho mal" y eso también es mentira; como el argumento de "pues haber leído la letra pequeña", herramienta para crear miedo auto-culpabilizador y obviar que el sistema no ha funcionado bien nunca.
Y sentirse culpable, a veces, por una situación fronteriza de la que nadie habla. ¿En serio nadie está así? Parece que debo callarme, porque no tengo un deshaucio al no tener nunca hipoteca (lo del domicilio fijo no es lo mío). Mantener un techo y la comida, por las ayudas de familiares que tienen trabajo. Y tampoco soy una estudiante de 20 años que pueda quejarse por las tasas universitarias o la emigración forzada. Con ese panorama, ¿cómo de interesante sería una crónica de la generación callada?
No puedo evitar acordarme de Cristina Fallarás y admirarla por su capacidad de llegar a más sitios que un simple periodista raso. Aprieto los dientes y me ataca la furia productiva, qué pasa con esta mierda de edad entre 30-40, ¿estáis todos bien? Es curioso que mi historia también empezara en 2010, con un despido por cierre fulminante de la empresa. Sólo que, debido a las condiciones por las que nadie protestó en mucho tiempo ("por lo menos es un curro, ahora que ya han admitido que hay crisis") no quedó subsidio ni desempleo de ningún tipo. Al día siguiente de aquello, empecé este espacio, que ya tenía reservado en 2008 en Wordpress, pero que no había podido iniciarlo al vivir para trabajar. Y enfermar y trabajar enferma, incluso, para que al final el resultado fuera: NADA. Y después he borrado, porque todo lo de ese año eran poemas y relatos antiguos, de los libros que he tirado a la basura.
Por eso también me quejo, postergar para el futuro lo que realmente se quiere hacer, hasta darte una hostia y ver que no hay futuro. En mi caso, como creo que ya he repetido hasta el hartazgo miles de veces, era tener un medio de vida y luego escribir tranquilamente, porque de los libros ya no se vive.
También podría hablar de esos trabajos (centenares) en los que se pasa el "proceso de selección" y puedes empezar al día siguiente, centenares de puestos de comercial que son empresas fraudulentas. Ya hice un reportaje de investigación por aquí y ya recibí las amenazas correspondientes para que lo retirara, subieron las tasas judiciales y no estoy en condiciones de batallar.
Pero me rebelo. Ya no es necesario tomarse unos minutos para reflexionar, de manera consciente, en una pirueta que consiga evadir la indefensión aprendida que nos han inoculado, y las ganas de suicidarse aunque no se esté en los límites de vivir en la calle. Ahora sale de manera espontánea: furia productiva.
Dice el Kanka:
pobre de aquel que oculta su llantoy el médico me ha dicho que ponga en entredicho la verdad más verdadera