Revista Diario

Los Viejitos

Publicado el 12 octubre 2011 por Dinobat
Estaba paseando por un parque, uno de esos muy verdes, con pájaros cantando, árboles grandes y frondosos, el frío matutino se colaba a través de mi camisa, había olvidado el abrigo, eso recuerdo. Al caminar siempre pensamos, al menos eso hago yo, mi mamá siempre me pedía que me concentrara de pequeño, que me mantuviera firme al camino, mientras dábamos vueltas, nunca lo hice, siempre miraba a todos lados, asombrado, viendo todo aquello que me rodeaba, después de todo, ese mundo es tan mío como es de los demás, eso creía, en mi infancia. Crecí y sigo sin concentrarme en el camino, me he llevado gente, he pisado desechos de perro, he caído en alcantarillas, me metieron preso por chocar con un policía, mejor dicho, choqué con su caballo, es que no lo ví, el caballo se espantó y corrió, el policía se cayó, y en la cárcel terminé, me soltaron, ciertamente me dejaron ir.
Volviendo al tema, paseaba, por un lugar muy apacible, el sol apenas brindaba unos rayos distantes, con flojera, sin ganas de trabajar, es que hasta al sol a veces le da cosita levantarse y lo hace a regañadientes, siguiendo el plan maestro, por obligación, hay cosas que se deben hacer para poner un grano de arena en la construcción del destino, un destino que no se nos impuso, que simplemente se hace de acuerdo a decisiones, decisiones tomadas por humanos, con un ente revisor que cuida sin aparecer. Creo que salí a caminar para librarme del encierro, de las cadenas que se colocan en nuestras vidas, simplemente para que nunca olvides que todos vamos por el mismo camino, que no importa cuanto trates algún día te tienes que ir. Como ven me distraigo, y no acabo de contar lo que me vino a mi cabeza, sigo caminando mirando a todos lados.
Me doy un carajazo en la espinilla con un banco de cemento del parque, es un parque como todos, con bancos de cemento, muy fríos pero llenos de historias que contar. Al agacharme para sobarme por el extremo dolor los veo, una pareja de ancianos besándose con pasión, con locura, con sus cabellos grises y sus arrugas en alto. Me extraña todo aquello, me permito hasta pensar que en el mundo hay de todo, y entre esas maravillas, un amor eterno, como ese, dos viejitos que se aman, trastornadamente, a plena luz, en un lugar público y con la amenaza de seres como yo, que en su distracción chocan con su banco, su altar de disfrute, su nido de deleite y no solo chocan sino que les caen encima, los interrumpen, los sacan de concentración, simplemente les perturban.
Decido ponerme jodedor, y me siento a pasar el dolor en mi pierna, entre los dos, un viejo a la izquierda, una vieja a la derecha, sus miradas no son amigables en un principio, pero se acostumbran, más bien deciden no oponer resistencia a mi osadía, falta de educación, falta de todo como diría mi madre. Ahora sonrío, es tan fácil hacerlo y se nos olvida, siempre llevamos caras serias, como si fuéramos importantes por hacerlo. Los viejitos se incorporan, el lleva pintura de labios en su boca, ella está algo despeinada. La verdad no se que decir, ya hasta se me olvidó la razón de mi caminata, el viejo me dice "buenas jóven, ya que ha tenido la confianza de sentarse en el medio de los dos pues ahora tendrá que ayudarnos."
Sus dientes son perfectos, eso me llama la atención, siempre me fijo en los dientes, manías, quizás es por escuchar a mi padre hablando de ellos. "Ayudarlos?, pregunto, "así es" responde ahora la viejita. Me saco un billete del bolsillo, reacción patética por demás, siempre pensando que la gente necesita dinero, cuando en realidad lo que necesitamos es curar nuestras vidas heridas por el paso de las horas. Me miran y me hacen una seña, que guarde mi dinero, eso no es lo que necesitan, ahora me intrigo, unos viejos, enamorados, en un parque, y que además necesitan mi ayuda, debo hacerle caso a mi madre, concentrarme al caminar, y así evitar situaciones engorrosas.
"Nos queremos casar", dice la viejita, "nuestras familias se oponen" me dice el viejo, mis ojos revelan sorpresa, pienso para mi, "que vaina más rara". La viejita continúa, "mire joven, usted sabe del amor?, trato de responder pero me interrumpe, "claro que debe saber, un muchacho tan apuesto, tiene que saber", hay algo raro en su voz, pero es temprano, todavía no me despierto, no logro entender de que se trata. Vuelvo a intentar hablar, esta vez el viejo me interrumpe, "nos ayudas?, finalmente logro hablar, "ayudarlos?, pero a que?, a casarse, vayan a la iglesia, no se, al registro civil, están bien viejos para la gracia". La viejita me toma la mano, "por favor, por favor" dice, "pero que tengo que hacer? digo nuevamente. Me explican, con detalles, al menos eso creo yo, mi locura, mi locura cuerda, medito un rato, tomo la decisión.
En minutos me vuelvo aliado de dos viejos, que están dispuestos a pelear, a batallar por su amor, yo no entiendo de esas, superhéroe soy. Me limito a transformar su pasión en una idea que me permita trasladar ese sentimiento a una causa justa y loable por la cual luchar. Eso hago, es mi condición, acepto y continúo, no me puedo detener, son esas cosas, una que otra que hay que hacer. Hay algo raro en todo esto, lo se, pero no logro determinarlo, es un reto difícil, yo no se un carajo de matrimonios, fiestas, pero esa es parte de mi misión, tengo que construir todo, desde el comienzo. Llamo a una amiga, "hola Poli, por fin te decidiste, yo sabía que me querías", "no, nada de eso, de que hablas rolo e' loca, necesito tu ayuda, planear una boda, pa' unos viejos", en su voz siento la decepción, no he llamado para decir que la quiero, pero se recupera, ella también acepta, y se enfoca en ayudarme, después de todo ella siempre ha soñado con casarse, y por eso, se dedica a armar bodas, de otros, pero las vive como si fueran de ella.
Me desentiendo del asunto, no del todo, no es tan fácil, dejo que mi amiga cuadre los detalles, yo me enfoco en mi misión. Voy a ser cura, si padre, por unos minutos, yo los voy a casar, disfrazado por supuesto, que pecado, el Creador no debe estar feliz con mi actuar, espero me perdone, no hay mala intención, es solo por ayudar. Visito a un viejo amigo, que es cura de verdad, me recuerda, del colegio, es amable como siempre, buen maestro, no de clases idiotas, maestro de la vida, me enseñó muchas cosas, conversamos, la verdad no se como explicarle todo esto, no puedo de hecho, lo distraigo, sin que se de cuenta me llevo su vestimenta, ahora también estoy condenado, por robo, ojalá y me perdonen. Me despido y me voy a casa, a practicar, escribo un sermón, quiero verles la cara.
Los viejitos se mantienen en contacto, cada vez me ponen más carga, ahora debo repartir las invitaciones, es complejo, sus familias, son rivales, desde tiempo inmemoriales, yo juraba que esas mariqueras se habían acabado, al parecer no, de hecho en las tarjetas de invitación no se indica su nombre, solo el lugar de la boda, quien coño va a una boda de alguien que no conoce, no lo se, ese es su plan, yo simplemente sigo instrucciones. El cura no puede ser el que reparte las invitaciones del matrimonio, no tendría sentido, llamo a otro amigo, caballero de mi clase, loco sin destino, ahora él es repartidor de tarjetas. Se viste muy formal, y las lleva, algunos le miran mal, otros se sorprenden, otros se sonríen. Cumple con su trabajo, la boda misteriosa tiene fecha en el calendario. Solo falta esperar si en efecto los invitados llegarán.
Mi amiga planea todo con la precisión de un reloj suizo, agencia de festejos, flores, orquesta, torta de boda, cree que es su boda, solo que ella no se casa, se lo ha tomado muy en serio, pienso que me quiere hacer ver que así podría ser la boda de nosotros, en que pienso, ella es mi amiga, yo soy su amigo, no estoy para eso, a veces uno se encariña, no lo se, tampoco puedo dejarme llevar, sus ojos brillan cada vez que habla de eso, yo me limito a sonreír. Sigo pensando que hay algo raro en todo esto, unos viejos, un misterio, familias que se odian, y cuando se vean ahí?, que harán?, dejar ser, o castigar, ni siquiera entiendo para que me metí en esto, debe ser el fastidio, ya ni se, que digo?, me acuerdo que estoy para ayudar, en este caso, al amor, eso creo, al menos eso creo.
Los días pasan y la fecha se acerca, he pensado mucho en que decir, me estoy tomando mi papel muy en serio, estoy loco de verdad, una buena oportunidad para mostrarle a la gente la simpleza del andar. Pienso mucho en estas horas, sin razón a decir verdad, pero divago, mi mente vuela, por doquier, busco razones para entender la proeza de los viejitos, no las encuentro, se me han olvidado ciertos sentimientos básicos del ser humano, si eso soy, como es posible que me haya olvidado, algo debe haber pasado, pero no lo recuerdo en este instante, se que pasó, pero también se me olvidó, me recuesto en mi cama, miro el techo, veo formas que solía ver de niño, que me acompañaron en el viaje, cierro los ojos y me quedo dormido y sueño, se me olvida con que sueño, de seguro era algo importante.
Ha llegado el día, del matrimonio de los viejos, del pseudo-matrimonio de mi amiga, ella quisiera estar allí vestida de blanco, ella quisiera tantas cosas. Me disfrazo, de cura, tomo una Biblia que me regalaron mis abuelos cuando niño, me subo al carro, a mi lado, "Alerón", mi copiloto sempiterno, recojo a la organizadora de la boda, mi amiga, trata de quitar a "Alerón" de su puesto, el canino se rehusa, ella opta por sentarse atrás, está tan metida en esto de la boda que ni siquiera presta atención a que voy vestido, de cura, habla y habla de lo bonita que va a quedar la boda. Llego al sitio, una casa, en algún lugar de la capital, un extenso jardín, un altar, allí trabajaré hoy, con el perdón de la providencia, pero ese es mi lugar en ese preciso momento.
Empieza a llegar la gente, no entienden nada de aquello, familias que se odian, se sientan de un lado y de otro. El odio se siente en el ambiente, el día está bonito, sol radiante, ni una nube. Para mi sorpresa, llega y llega gente, creo que la curiosidad de la boda misteriosa los atrajo, se siguen mirando feo, sin lugar a dudas se detestan, por lo menos, hasta ahora han sido respetuosos, eso si, cada uno en su bando, cada uno a un lado, de las sillas, que dividen una alfombra roja, que llevan al altar, en donde estoy parado, sin entender. El jardín está lleno de gente, y cargado de malas intenciones, finalmente y a lo lejos aparecen, los viejitos, quienes caminan, juntos, lentamente hacia al altar, ante la mirada atónita de los presentes, al parecer no los conocen, de que se trata todo esto.
Se paran frente a mi, reconozco que me estaba cagando de la risa, me contengo, doy comienzo a la ceremonia, hablo de esto y de aquello, mi amiga sentada en el público llora, esto me da más risa aún. Llega el momento del sermón, aprovecho, y me embalo, hablo de la vida, de la muerte, de los que estamos y de lo que fuimos, mezclo la niñez con los adultos, sugiero la simpleza como arma, no castigo, no pretendo cambiar a nadie, solo trato de decir lo que siento. Sigo y sigo, les explico que es un viaje, divertido, lleno de alegrías y tristezas, donde debemos aprender, con cuidado se logran las cosas, pongo como ejemplo, el amor de esos viejitos, que a su edad allí están, paraditos, esperando, por la bendición.
Termino el rito, "…puede besar a la novia", se besan nuevamente, al igual que la primera vez, se voltean y se quitan el pelo blanco, son pelucas, se remueven la máscara, es de goma, se desvisten, no para quedar desnudos sino para quedar con las figuras de su edad, un hombre y una mujer, de mi edad, creo yo, se miran, se vuelven a besar, la sorpresa empieza a tomar sentido, las familias rivales, unidas ahora, por dos de sus hijos, casados, el ambiente está pesado, "mátenlos!!!!!!!!!!!, grita alguien, desenfundan sus pistolas, liquiden al cura también grita otro, "ahora si que me jodí yo" pienso, miro a los novios, esposos más bien, bueno un carajo en realidad, les pico el ojo, en señal de aprobación por su valentía, y corro por el jardín, escucho el ruido, ese ruido seco, de las balas, se disparan entre ellos, le disparan a los novios, y hasta al cura, que soy yo, me subo a un muro, detrás de mí corren los recién casados, los veo por última vez, alcanzados por las balas, caen, a la grama, del jardín, salto a la calle, vestido de cura, Biblia en mano, acelero el paso, me subo al carro, por suerte mi amiga ha escapado, allí me espera, me da un discurso sobre el amor, los viejos, que digo, los jóvenes, han muerto por amor, es verdad, lo recuerdo, que existe, siento de nuevo, superhéroe soy, así soy, es solo que se me había olvidado…

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