LUCECITAS VERDES SOBRE LAS COPAS DE LOS ÁRBOLES
Unos cuantos subíamos por la pared desvencijada de un edificio casi en ruinas. Poníamos los pies encima de los salientes de madera de las toscas ventanas, no se me olvida, pintadas todas de verde, la pintura saltada, la sensación de que allí hacía tiempo que no vivía nadie. Tiestos con restos de plantas resecas, cables de televisión y teléfono inservibles, subíamos aquello sin pararnos a respirar, mirando hacia abajo y viendo que lo de abajo se encogía, mientras lo de arriba parecía no terminarse nunca.
Entonces me tiré. Y me pasó lo mismo, planeé en dirección hacia los árboles y de mi vientre salían despedidas miles de chispitas verdes como fuegos de artificio que llamaban al cielo anochecido a un espectáculo improvisado. Sentí un calor muy agradable, y una inmensa felicidad en mi primer vuelo, en medio de luces de fiesta, de bocas abiertas, de comentarios de acera. Al diablo con todo.
Puedo volar.