Luchar contra el sida vestidos de Loewe

Publicado el 25 noviembre 2010 por Africaenportada

Las palabras "solidaridad" y "famosos" parecen haberse hecho inseparables. Cada vez más caras conocidas se asocian con ONGs o proyectos solidarios para defender una causa en favor de los países en desarrollo. El último ejemplo aparece este mes en la edición española de la revista Vogue: Penélope Cruz reúne a un grupo de amigos españoles que posan para el fotógrafo Peter Lindbergh por RED, la fundación de Bono para luchar contra el sida en África.

Como casi todo, esto no se inventó ayer. La pionera fue Audrey Hepburn, que allá por los años cincuenta comenzó a colaborar con Unicef. Ella fue la primera en recibir el título de Embajador de Buena Voluntad, que la ONU ha repartido después en una larga lista de celebridades. La diferencia es que Hepburn no sólo quería colaborar, quería devolver lo que le habían dado. Durante la Segunda Guerra Mundial, ella y su familia huyeron del ejército alemán y se escondieron en distintos lugares de Europa. Años después contaba cómo había devorado un paquete de leche condensada que le dieron las tropas de la ONU. Una vez alcanzado el estrellato, sabía que podía hacer algo, quería ayudar y lo hizo. ¿Por qué no?

Lo que se inició entonces fue el principio de la celebrity diplomacy, del que hablaba hace unas semanas John Carlin en un artículo en El País Semanal. El mayor hito de su historia tiene fecha: 13 de julio de 1985. Ese día se celebraron dos conciertos en Londres y en Filadelfia al que asistieron las mayores estrellas de la época (Queen, Bob Dylan, Madonna, Phil Collins, U2, Tina Turner...). Pretendían recaudar fondos para "el infierno de la tierra", un eje formado por Etiopía, Somalia y Sudán asolado por una feroz época de sequía y hambruna. Recaudaron más de 100 millones de dólares y demostraron que ellos podían hacer algo por África.

El problema viene cuando la colaboración se convierte en negocio, cuando uno lo mismo es imagen de unas gafas que del hambre, cuando se viste de Loewe para luchar contra el sida. La economista Dambisa Boyo habla de "la cultura pop de la ayuda al desarrollo" y la describe así:

"La ayuda se ha convertido en parte de la industria del entretenimiento. Famosos, estrellas del cine o leyendas del rock abrazan la ayuda, declaran que es indispensable, reprenden al público por no dar suficiente.[...] La ayuda se ha convertido en una mercancía".

Pero lo cierto es que la fama atrae atención y dinero. Nada como un famoso para promocionar una campaña (una de las últimas, la de Unicef para luchar contra la mortalidad infantil con Pau Gasol como imagen). Si se trata de ser pragmático, puede que sea la mejor opción. Ahora bien, los riegos que conlleva no son pocos: que el famoso no tenga la menor idea de qué va la historia, que eclipse a la causa, que se comporte de forma contraria a los valores de la ONG...

Sin poner en duda que haya más de uno que quiera ayudar, parece evidente que la mercadotecnia ha ganado terreno y, en algunos casos, la ayuda al desarrollo se ha convertido en un negocio. Mientras no lleguemos al término medio entre fama y cooperación, quizá no quede otra alternativa que seguir eligiendo entre si queremos una campaña con repercusión (léase famoso) u otra que tenga que dar las gracias por aparecer unos segundos en una de nuestra pantallas.