En alguna ocasión deseo imaginar mi lugar seguro y perderme en él, pero no tengo ninguno. Cada vez anhelo más tenerlo. Normalmente las personas se pierden en solitarias playas, su hogar de la infancia, una cabaña perdida en un bosque...
Yo no tengo ese lugar que me acoge y proteje cuando lo veo todo gris. El gris es mi color de la desesperanza, la tristeza y el miedo, aunque es raro en mí que vea la vida tan mal como para que se torne todo en negro. El negro es un color que solo me gusta en la ropa.
Cuando el gris me atenaza, querría poseer en mi cerebro una celdilla tan corriente como la que el resto del mundo posee para esconderse.
He pensado hoy en ello y lo más parecido a ese lugar seguro ha sido una caricia.
Quizás en mi caso no se trate de un lugar, sino de una sensación y de un momento.