Sin embargo, para desconsuelo del joven Fjordsôn las europeas no parecían estar al tanto de su fama o bien no querían hacer gala de ella con él, pues no había pillado cacho en las casi dos semanas y media que llevaba por nuestro terruño. Una mañana no obstante, a punto de cruzar la frontera Austríaco-Bávara se encontró de frente con un cartel. Era un cartel blanco, sencillo y limpio cuya simplicidad no desmerecía en absoluto la rotundidad de su mensaje:
Fucking 4Km.
Santa Mantequilla de maní. Dijo. Las leyendas eran verdad. Las historias más sucias y degeneradas de los veteranos de su fraternidad eran, al fin y al cabo, ciertas. Sus gónadas practicaron un rasgueo infernal con todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo, impulsándole a través de aquellos cuatromil metros de impoluto asfalto germano. Su mente estaba nublada con imágenes de valkyrias semidesnudas peleándose a besos por comer de su fruta prohibida. Su saliva era salada y caliente de pura anticipación. Su cara de saludable mozo de campo estaba enardecida y desencajada, la quijada goteante, la lengua fuera.
Caminó en la mejor de tradición de los gatos calzados, harto abundantes en esa región, y alcanzó su objetivo unos cuantos segundos más joven. La bruma rosada que le cubría los ojos se fue levantando y vió...
A partir la historia se vuelve imprecisa. Quizás la decepción le condujo a una combustión espontánea. Quizás lió el petate y se fue de vuelta a sus campos de maíz.
Lo que es seguro es que lo que vió al término de su caminata fue un pueblecito idílico y antiguo sin más sexo que el que sus habitantes quieran tener a puerta cerrada.
Porque Fucking es tanto el pueblo con el nombre más desafortunado del primer mundo como una hermosa villa fundada en el 1070 y nombrada así en honor a un tal Focko, cuyos méritos desconozco. Fucking pertenece al municipio de Tarsdorf y se halla a tan sólo unas millas de la ciudad de Salzburgo. Al parecer la desafortunada homonimia con el infame gerundio inglés les cuesta a los pobres un pastiche en concepto de señales robadas. Y unas cuantas horas extra a los representantes de la ley, deteniendo y multando a parejas de turistas en público fornicio. Los habitantes se hallan indignados ante estos, cada vez más numerosos actos "vandálicos". El Alcalde, Franz Meindl proclamó en una memorable entrevista su reprobación y su desconocimiento del porqué de tanta coña. Desgraciadamente su declaración, en inglés, quedó un tanto deslucida cuando preguntó "What´s the Fucking joke?" Pitorreo general y zapatiestas en el pequeño ayuntamiento.