Lujo.

Anoche estuve viendo en televisión -algo que ya rara vez hago- "La milla de oro", un programa basado en entrevistar a personas residentes en las zonas más lujosas y exclusivas de Madrid, Barcelona y Marbella.
Sólo sentí cierta envidia de una familia que gozaba de una privilegiada situación económica, pero que al mismo tiempo disfrutaba de una unidad familiar magnífica: se trataba de un matrimonio cuarentañero con dos hijas adolescentes que vivían en un chalet tan moderno como impresionante. Se apreciaba felicidad y alegría. Eso sí me resultaba envidiable. El "llegar a tenerlo todo". Al menos, esa era la imagen proyectada.
El resto de los ejemplos me produjo más tristeza que otra cosa: mujeres solas, de tienda en tienda, estiradas, apergaminadas, aburridas, unidas a hombres por un único interés... Se daba el caso de una señora -auto definida como "nueva pobre"- que se había buscado un novio que la ayudara a mantener su acostumbrado y perdido estatus... El chaval iba a cumplir 90 años... Creo que está todo dicho.
También me impactó el caso de una señora rusa, muy atractiva, cuyo marido vivía y trabajaba en Rusia mientras ella hacía lo propio en su majestuoso chalet de Marbella. ¿Por qué? Porque el pegamento del dinero manda, que no otra cosa. Sí, claro, en aquella casa todo era inmensamente amplio. También las puertas...
Hoy no es mi mejor día, pero esto que antes he escrito me está ayudando a superarlo. No hay dinero para viajes, ni vacaciones, ni joyas, ni restaurantes de postín, ni para coche nuevo, ni tan siquiera para escapadas... pero celebraremos el decimoséptimo aniversario de bodas con toda felicidad. ¿Por qué? Porque el pegamento del amor manda, que no otra cosa...
Y, visto lo visto, ¿acaso hay un lujo más exclusivo...?