(Overwinter)
de David Wellington
Y continuamos con las segundas partes que logran superar mis expectativas. Qué ganas tenía yo de leerme este libro, y qué difícil era que el autor supiera estar a la altura. Pero el siempre fiel David Wellington, uno de mis autores fetiche, no decepciona. Este libro es tan bueno como el anterior (puede que incluso más), y leerlo es una experiencia que nadie debería perderse.
Los días se vuelven más fríos. Las noches, más largas. Y cada vez que sale la luna, la loba que habita su interior es más fuerte. Cheyenne Clark se ha transformado en una de esas bestias a las que tanto desprecia. Ronda el Círculo Polar Ártico en búsqueda de un antiguo secreto que podría liberarla de la maldición de la licantropía y devolverle su esencia humana.
Pero entre Chey y su meta se interponen un cazador de hombres lobo que ha descubierto un arma diabólica para acabar con ellos, una mujer loba de varios siglos de edad con oscuros propósitos... y los sentimientos de Chey para con el hombre que arruinó su vida y que ahora podría salvarla.
Sin embargo, el obstáculo más difícil de sortear es que la loba que vive dentro del cuerpo de Chey se vuelve más y más fuerte al pasar el tiempo. Poco queda para que la mujer desaparezca del todo y tan solo quede la bestia
La verdad es que tengo que reconocer que, al comenzar a leer, todo indicaba que este libro sería peor que el anterior (solo porque ése era muy bueno, claro). En principio, parecía que mantenía el nivel, pero el tema de la novedad de la licantropía para Chey ya no está tan presente, y eso era uno de los alicientes de Balas de plata. Qué equivocado estaba. El autor sabe remediar esa sensación en apenas unos pocos capítulos, de tal manera que el libro parece leerse solo, de forma mecánica, y sin que el lector intervenga en ello.
Esta segunda parte, como veis, tiene muchísimas cosas buenas. Una de ellas es, sin duda alguna, los personajes nuevos que hay, especialmente tres en concreto: Lucie, el cazador y Cuervo. Creo que el que más me ha gustado (y no porque me cayera bien precisamente) ha sido el personaje de Lucie, a quien conocemos en el prólogo y que da mucho juego a la historia. No voy a mencionar su papel en la historia, pero sí que estoy seguro de que logrará sorprender a más de uno.
Y es que el autor sigue fiel a su estilo, y los personajes son de lo mejorcito de la novela. David Wellington es un verdadero experto en hacer protagonistas femeninas fuertes, decididas y tenaces y acompañarlas con secundarios que no hacen sino realzar la novela en otro momento. Todos son importantes para la historia, que está perfectamente hilada, y la forma que tiene David de hacerlos interactuar es simplemente fantástica.
Decía antes que parecía que la novedad de Chey convirtiéndose en licántropo ya no estaba, y es cierto. En su lugar, tenemos un sinfín de misterios y de giros en la trama que nos dejan sin aliento, y eso, unido al ritmo frenético, es lo que hace que sea imposible dejar de leer este libro. Para que os hagáis una idea, yo me lo leí enterito en un día.
Otra cosa que me ha gustado es que el autor no extendiera estos libros para hacer una trilogía o una saga más larga, sino que los dejara en esta “bilogía”. De este modo, la historia queda perfectamente cerrada, con prácticamente todos los misterios perfectamente resueltos, y sin que dé la sensación de un estiramiento artificial e innecesario. Felicidades, David, porque has hecho algo de lo que muchos no son capaces.
En definitiva, Luna de plata es una novela que recomiendo sin duda alguna (siempre después de haber leído su primera parte, claro). No tiene tantos tintes de terror y gore como puede tener su saga de los vampiros, sino mucho misterio e intriga, y al ser una saga más corta puede ser el libro perfecto para iniciarse en la bibliografía de este autor que nunca decepciona.
Por cierto, el año pasado tuve la oportunidad de entrevistar al autor, y hablamos un poco de esta saga. Podéis leer la entrevista aquí y aquí.
Historia: Personajes: Estilo: Ritmo: Opinión:
Lo mejor: La evolución de los personajes.
Lo peor: Nada.