Nunca fui un niño miedoso… ¿o tal vez es que nunca fui, en realidad, un niño? Sin ser mi amiga pero si su fiel compañera de clase, nunca tuve miedo de la oscuridad, como muchos niños tienen! Pero yo, la verdad, poco recuerdo de mi presuntamente feliz infancia! En cambio, sí recuerdo bien momentos de oscuridad en mi vida, de ausencias y de silencios dolorosos, que siempre me aterrorizaron! Y recuerdo ir a tientas por la oscuridad de mi vida, sin más guía que la intuición para encontrar la luz allí donde estuviera! Eso me hizo fuerte ante la oscuridad de la larga noche del Alma, hasta que ví luz, allí en la distancia!
Aún recuerdo ese miedo a la noche oscura, en la que aprendí a disfrutarla o a huir de ella! Cuando, con mi abuela y un tropel de primos pequeños, nos adentrábamos en la montaña tarde tras tarde y como, a lo largo de las horas de paseo, la noche llegaba sorprendiéndonos en el frondoso bosque y el camino desaparecía literalmente de nuestra vista, escondiendo la ruta de vuelta a casa. Pero siempre llegábamos, a pesar de la oscuridad y del miedo. O cuando de pequeño, al irme a dormir, cuando cerraba la puerta en la oscuridad para que mis monstruos infantiles no me atacaran o esa otra época infantil en la que, en cambio, dejaba la puerta de mi habitación bien abierta por si, a media noche, tenía que salir corriendo despavorido para huir de ellos, cuando salieran de mi armario!
La oscuridad de una noche despierta los sentidos o bien los monstruos que todos llevamos dentro! El silencio nos serena o nos aterroriza, según cada momento! En mis noches hoy hay sosiego, una cierta nostalgia, mucha magia y una gran dosis de esperanza, porque, tras ella, siempre llega el nuevo día! Cuántas noches cálidas y compartidas hablando de sueños por cumplir y de deseos en la distancia aún no satisfechos! Cuántas noches, antes solo oscuras y temidas, maravillosamente iluminadas por una emoción incipiente que, noche tras noche, fue consolidando nuestro amor verdadero! Cuántos días esperando impaciente que llegara la noche para que despertara en ambos la complicidad, la serenidad y las más profundas emociones, en la distancia!
Y en una noche de luna nueva como hoy es cuando se hace patente la oscuridad de la noche y del Alma, esa oscuridad que se hace más densa y tenebrosa a medida que va llegando el nuevo día! Habrá muchas lunas más, siento en voz alta! Pero esta noche no brillará la luna en el pacífico lago de nuestra Alma serena, aunque si resplandecerá la emoción íntima y mutua ante la distancia silenciosa! Y la punta de mis dedos, como cada noche, soñarán acariciar y así despertar la ternura en su deseada piel de terciopelo y en la de ellas, mis queridas niñas, como si fuera la misma luna llena quien las acariciara y las abrigara amorosamente con su suave seda blanca!
Y la oscuridad de esta noche de luna nueva ya no será, como antaño, de silencio, ausencia y vacio, dolorosos! Hoy ya en mi vida, la oscuridad está hecha de silencio enmudecido, de presencia eterna y de vacío lleno de emociones! Será una noche plena, aún la oscuridad y el silencio que haya fuera! Y la luna, aún invisible a mis ojos, estará bien presente! Silenciosa, bella y discreta, como es siempre ella! Iluminará su blanca piel, como cada noche y apaciguará su corazón inquieto! Porque la luna nueva no es más que el vacío previo a la resplanteciente luna llena del Alma, esa que iluminará nuestra vida!
Y en esta luna nueva, tras la nada de las tinieblas, brillará mi Alma, plena, resplandeciente, vacía de recuerdos, compartiéndola contigo, con vosotras tres adoradas, como cada noche desde que llegásteis a mí, quizás en silencio, pero llenas de amor, de ternura y de esperanza plena!
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