Era una noche invernal y especialmente oscura, no había luna o era simplemente invisible a sus ojos, aunque el gato la sentía en su interior! Seguramente como el día en que nació, en el que su vida empezaba y todo estaba por lograr en ella! Porque la luna nueva -pensó el gato, mientras cerraba sus ojos felinos- no era más que el potencial de un nuevo ciclo que le llevaría, una y otra vez, a su estimada luna llena que iluminaría la noche y su vida con su radiación y magestuosidad!
Y es que, el día en que se creó el Universo, todo era oscuro y negro como esta luna nueva e invisible! El minuto antes de crearse el Sol y todo lo que su vista felina veía a su alrededor, empezaron una noche oscura que, aunque podía provocarle miedo y una cierta angustia, todo estaba por empezar! Bastaron minutos -o quizás millones de años- para que el Universo tomara forma y demostrara su enorme y fantástica grandiosidad! Y es que, tras las sombras de la noche, el alba anuncia siempre el inicio de un nuevo y reluciente nuevo día!
Y en esa noche de luna nueva el gato intentó imaginar todo lo que estaba apunto de aparecer, tras la oscuridad! Y se vió a sí mismo caminando sigilosamente hasta ese lugar encantado y lejano, donde nace el arcoiris y habita su amor! Y se vió encaramándose en la ventana con los visillos corridos, desde donde como cada noche pudo admirar a sus niñas en brazos de su amada madre, cantando una canción infantil y meciéndolas para que durmieran ante la lumbre del hogar. Y vió la luz de esa lumbre bailando reflejándose en las paredes tapizadas de color ocre de la habitación. Y, a sus pies, observó el rutinario sueño del ya viejo dálmata. Y, bajo sus desnudos pies junto a la manta, observó al orondo gato negro que dormitaba, aunque permanentemente pendiente de cualquier movimiento…
Y el gato, con sus ojos cerrados aún, siguió conmoviéndose ante tal hogareña escena de amor! Y sintió esa felicidad profunda que siempre había buscado… hasta que encontró el amor, junto a la paz! Esa paz que inunda cualquier noche sin luna, en la que el negro cielo se llena de estrellas tintineantes que parpadean sin parar…
Y el gato, desde su tejado preferido al que subía cada noche, se durmió con una leve sonrisa de felicidad en sus labios… que brotaba desde su corazón…
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