Revista Literatura
Esta semana ha sido dura. El Astro, lleno y rotundo, me ha afectado -dicen que está en Virgo- más de lo que suele hacer. Entró y me trastornó. Me poseyó y habló por mí... Cuando más envuelta en la oscuridad estaba y mi cabeza comenzaba a girar y a proferir insultos contra la vida y la lógica, llegaron ellos. Ellas y ellos.
Hubo quien creó una campaña para obligarme a la rendición. Hubo quien vociferó y propagó mi trabajo para que comprobara la utilidad de la Red. Hubo quien se encaró conmigo y me abofeteó, cual exorcista desesperado, haciéndome ver el error de quien me manejaba desde dentro...
Existen personas convencidas de su verdad absoluta. Nada ni nadie les hará cambiar de opinión, por más equivocados que se sepan. Yo, con la luna cabalgando sobre mí, parecía ser una de ellas.
Pero lo que parece, no es.
Tras el ritual, el blanco apego ha vencido, y aunque mi intención -o la del Astro- era marcharme y mi decisión en principio irrevocable, he conseguido (han conseguido) zafarme de sus mágicas garras y he podido ver con claridad. Nunca ha habido intención de vanidad en todo esto. Al menos, no más que la egolatría imprescindible que siente por sí mismo cualquier escritor. Sufro más pudor que otra cosa por el revuelo creado. Pero aun así agradezco el empuje de todos aquellos que creen en la rectificación, por encima del yo primitivo, y cuya sabiduría ha logrado devolver a su sitio a la influyente Luna. A pesar de mí.
Con la serenidad y paz que otorga la posesión finalizada... reitero mi agradecimiento y os saludo aquí, allí y donde falta os pueda hacer.
P.S.: Mañana y con la llegada de la primavera, el blog dedicará su entrada a la primera lectora de Evocación que me ha enviado una foto con el libro. Una de las sacerdotisas implicadas en mi reinserción...