Lunes y miércoles, yoga en Los Ángeles

Publicado el 18 febrero 2010 por Nmartincantero

Todos los lunes y miércoles, temprano por la mañana, me pongo una malla y una camiseta, me recojo el pelo en una coleta, despliego mi esterilla azul de yoga y me dispongo a seguir las instrucciones de Jo Tastula, mi profe preferida del estudio YogaGlo de Los Ángeles (California).

Sus clases suelen comenzar por una meditación breve. Enseguida nos ponemos en pie para dejarnos llevar por su voz dulce, que te empuja cuidadosamente de una postura a otra, como si fueras en volandas. Y así, entre saludo al sol y saludo al sol, el cerebro se sosiega y va dejando más y más espacio entre los pensamientos. La “mente mono”, esa que se asemeja al chimpancé que salta de árbol en árbol, incapaz de quedarse quieto, se tranquiliza al ritmo de una respiración más lenta y profunda.

A mi lado suele colocarse un tipo tatuado con pinta de ex marine, que va de un Adho Mukha Vrksasana (el pino) a otro como si tal cosa. Es una clase avanzada. O quizá no. Al fin y al cabo, esto es Los Ángeles, donde hay tantos estudios de yoga como bares en Madrid.

Cuando, al final, llegamos a savásana (la postura del cadáver) echo de menos que Jo me ajuste los hombros, como hace con el resto de alumnos. Y la verdad es que, concluida la clase, me encantaría acercarme y ver de qué va el tipo tatuado. O pedir a Jo consejos para mi propia clase (a esas cosas me dedico cuando me quito el traje de periodista). Tomarme un café latte con un bagel de sésamo en la cafetería de la esquina.

Nada de esto es posible, por supuesto.

Enrollo mi desgastada esterilla azul, apago el ordenador y soplo la vela de lavanda que tengo por costumbre encender siempre que practico yoga en casa.

El otro día comentaba con un amigo que tiene la suerte –o la desgracia, según se mire– de pasarse la vida dando tumbos de un lado a otro, sobre la conveniencia de vivir en el campo o la ciudad, en tal o cual país, en uno u otro continente. Al final llegamos a la conclusión de que, en muchos casos –el mío, sin ir más lejos– una parte increíblemente importante del tiempo transcurre en tierra de nadie. En el espacio virtual.

Comenzando por este blog; las redes sociales; skype y, por supuesto, el correo electrónico; las numerosas comunidades online; emisoras de radio y clases virtuales como las de YogaGlo.

No me extraña que programas televisivos como Lost disfruten de tanto éxito. Porque unos cuantos andamos bastante perdidos con la natural desorientación que produce no saber dónde nos encontramos.

¿Acaso estamos donde se encuentra nuestra mente?

¿Donde se encuentra nuestro corazón?

¿Donde se encuentra nuestro cuerpo?

Muchos días, sobre todo los lunes y los miércoles, me parece que estoy en tres sitios diferentes al mismo tiempo. Y eso, salvo para la Santísima Trinidad, es imposible.

¿O no?

Es que esta "mente mono" no me deja ni respirar.