A veces hay que darle las gracias a la Generalitat de Catalunya por montar espacios tan geniales como la Filmoteca. Y no es solo porque me haya enamorado eternamente de un joven Van Gogh, encarnado por Kirk Douglas, y haya sido precisamente en una de sus salas donde todo el amor se haya fraguado, sino porque cada semana la programación es genial con toda sus letras. Pero no es de la Filmoteca de lo que vengo a hablar, sino de un señor pelirrojo que si ya me tenía trastocada antes de conocerle a través de la superproducción de Vincente Minnelli, ahora ya no puedo dejar de pensar en él. Sí, señores: es Van Gogh.
Lust for life (o El loco del pelo rojo, como se tradujo al español) recupera la vida del pintor desde sus primeros años como misionero en el pueblo minero Borinage hasta su muerte en casa de su hermano Théo en Auvers-sur-Oise. Lo que tiene de especial esta película para ser considerada una “peli viajera” es que todas las escenas fueron grabadas en los exteriores originales en los que residió el artista y que todos hemos conocido a través de sus pinturas mágicas llenas de colores puros y espirales. Desde las escenas oscuras de sus primeros años entre el carbón hasta los paisajes claros y llenos de luz de Arles, ciudad que conoció el culmen de su trayectoria artística. ¡Esos cerezos en flor! ¡Esos campos arrasados por la siega! ¡Y los girasoles, los girasoles!
Tengo entre mis manos la correspondencia entre Vincent Vang Gogh y su hermano Théo, en las que se basó Irving Stone para escribir el libro homónimo en el que se basa a película, y he de decir que son apasionantes, no solo por el lado artístico (que Vang Gogh explora durante toda su trayectoria) sino también por esa humanidad que destilan, porque Vincent fue algo más que un loco, como se le suele llamar. Fue también un hombre que se cuestionaba sus pasiones más profundas hasta sus últimas consecuencias. Sus relaciones con la gente que le rodeaba, siempre difíciles, son expresadas con una fuerza extraña y me parece conocer a Gauguin a través de lo que Van Gogh dice de él (que en la peli personalizó Anthonny Quinn y consiguió un Oscar por su papel), y a su prima Kay, de quien se enamoró profundamente pese a que ella nunca le correspondió.
La enseñanza para nosotros, viajeros, es que para aprender a pintar o a viajar, es indispensable comenzar a ver la vida con ojos nuevos, porque da igual dónde vayamos: la belleza es susceptible de encontrarse en cualquier lugar, desde las minas de Borinage hasta los campos de la Provenza francesa. Desde Madrid a Barcelona. Desde tu casa a tu trabajo. Desde cualquier ventana del mundo.
Así que todos a ver esta magnífica peli, a enamorarse del pelo cobrizo de Kirk y a viajar con la mirada. ¡Y sobre todo a hacerle caso a ese título tan sensual, Lust for life, deseo de vida, codicia de vida, lujuria de vida, y a vivir como nos merecemos!
Lo que viene a continuación es un altar a Kirk-Van Gogh (porque en la peli a veces parece un mochilero, ataviado con caballete en la espalda y barba tupidísima y es verdadera “lust” lo que siento por él)
Parece estar en medio del Retiro madrileño (quién se lo encontrara…)
O a las afueras de mi pueblito (me daría muchos paseos por la Vega si fuera así)
Con su gran amigo Gauguin, por quien profesó una idolatría muy interesante.
Aquí se me acabaron las palabras
M.