Luz de la memoria

Publicado el 30 mayo 2014 por Rogger


I
El río se hizo leyenda ante el gris gaseoso de aquél día.
Los puentes, uno tras otro iban perdiendo con la distancia.
Las cúpulas y aposentos competían lanzando sus brillos
desde el balcón floreado que se llenaba de gente.
Tu mano me devolvió el aire y tu cercanía la realidad.
El temprano y sereno paisaje emanaba bullicio.
Bendita luz de la memoria, bendita música nostalgia
que hoy retorna pese al virulento golpeteo de las desdichas,
a la cotidiana migraña de renuncias.
La única pesadumbre que soslaya la dicha viene de aquél puente,
que atravesamos sin dejar nuestro señuelo como exige la tradición.
Vimos los más fuertes y coloridos, los viejos y los recientes
y no dejamos uno.
Pasamos sin dejar huella.
Quizá porque con nosotros caminaba el temor.
Quizá por la imponente cercanía de la mezquita.
Quizá por todos los reclamos mudos.
Quizá por los agobios del futuro.
Tus ojos se bañaron con la nostalgia de los tiempos idos.
Pronto estaríamos al borde de la ciudad nueva al caer la tarde.
Dime si no fue un error haber cruzado el puente
sin colocar los señuelos promesa para el regreso.
La rojiza tierra nos dejó sembrar sueños y osadías,
mientras los patos se solazaban sin notar el frío.
Fueron cuarenta minutos junto al río, antes que invadiera la noche.
Fueron cuarenta fotografías que luego olvidaríamos.
II
A través del limpio sol nos avisa el murmullo encrespado del modesto río.
A través de tu limpia mirada veo el escarpado trayecto a la lejana comarca.
Y cantas los versos que hiciera un poeta,
inspirado en la nobleza del señero paisaje
y en alguna historia de corazones partidos.
El aire viene del infinito, como tú.
Los perros notifican su concepto de los límites,
las mariposas besan primero nuestras flores,
la cuesta deja al pueblo y al río a merced de la belleza.
Cuánto daría por repetir esa historia
que hoy parece una profecía que no se va a cumplir.
Triste la tierra del encanto que dejaste atrás,
solitaria y temerosa libélula de pretéritos en la mirada.
Te observo mirando las cumbres,
como reclamando los mismos aires de antaño
cuando el canto de la inocencia,
cuando la melodía del sinsonte.
No importa el lugar para el futuro incierto.
No acallan las voces cuando la soledad oprime.
No termina la causa porque exista ruptura.
No hay olvido que burle la urgencia del pasado.
Bendita luz de la memoria, bendita música nostalgia.
III
¿Y qué hay de la ciudad de nuestros sueños?
Pues debo contarte:
la piel de las naranjas se hizo gris,
los verdes de nuestra casa hoy pintan morado.
La espléndida vista, los tejados rugosos, las calles sinfonía,
las veredas de colores, los supermercados y los bares,
los furtivos cigarrillos que parecían delito.
Todo eso está en las amarillas páginas de un viejo diario,
que leo y releo con la obsesión de la hora nona.
Y sé que puedo recrear cada uno de aquellos momentos
en la maqueta imposible del pasado inconcluso.
Bendita luz de la memoria, bendita música nostalgia.
Todo se hace paz en la vereda de mi vida,
todo parece un mantel para una mesa vacía,
un lienzo precario, una alfombra distinta,
el pasillo interminable, la cocina en madrugada.
Todo se hace paz en el crepúsculo de mi vida,
con tu sol que se ha estacionado,
en algún minúsculo alveolo de mis pulmones,
en la modesta hojarasca de mis versos
o en la premura por un futuro abrupto
que todavía sueño.
Todo se hace paz mientras te espero.
Bendita luz de la memoria, bendita música nostalgia.
DE: BITÁCORA DE LA FELICIDAD Copyright © 2014 Rogger Alzamora Quijano