• Título: Luz de luna
• Autor: Rachel Hawthorne
• Edición: La Factoría de Ideas, 2010
• Saga: cuatro libros confirmados
Kayla nunca ha sido una chica normal: el asesinato de sus padres frente a sus propios ojos cuando era tan solo una niña la ha perseguido desde entonces. Ahora, muchos años después y aconsejada por su psicólogo, regresa un verano más al bosque donde ocurrió todo, dispuesta a hacer frente de una vez por todas a su pasado. Lo que no sabe, ni espera, es que también deberá encarar a su presente y lo que este representa en su futuro. Un porvenir al que parece estar ligado el irresistiblemente guapo Lucas, jefe de los sherpas que se ocupan de vigilar y acompañar a los turistas en el parque natural, aquel donde fallecieron sus padres. Un lugar que lejos de repelerla parece llamarla, aunque no tanto como siente que su corazón reclama al de Lucas. Y el de este, al suyo.
En el panorama romántico juvenil actual, vampiros y hombres lobo son los reyes del mambo; por ello, el autor de hoy debe dar un giro más de tuerca a lo ya trillado si quiere sorprender al exigente paladar del lector. Rachel Hawthorne y su Luz de luna suspenden en esta materia. Si bien es cierto que, ya sea por su sencillez narrativa o su corta extensión, resulta una lectura entretenida, agradable y rápida, cojea al no aportar nada nuevo más allá de un vago intento de despertar nuestro lado romántico mediante el sistema de emparejamiento de los hombres lobo. Por lo demás, nos encontramos ante un cliché continuo, desde Lucas, el protagonista masculino sereno, serio, misterioso e increíblemente atractivo; hasta Kayla, la protagonista huérfana que presenció el asesinato de sus padres, incidente que perdura en su memoria pero que no es capaz de recordar con claridad, a lo que hay que sumar que siempre ha sentido que no encajaba del todo excepto cuando estaba fuera en plena naturaleza. A ellos se les une un elenco de secundarios sin mucho que aportar, salvo para dejar claro quiénes serán los protagonistas de las próximas entregas, y unos malos a los que se les ve el plumero nada más aparecer en escena. Sin olvidar, por supuesto, el indispensable y casi obligatorio triángulo amoroso. ¿Qué es lo que incita entonces a su lectura, si ya sabemos que no cuenta con ese algo que marque la diferencia? La respuesta es sencilla: lo que empuja a cualquier obra de género romántico, sea juvenil o adulta, es la historia de amor; las ganas de ver la evolución de la pareja, sus sentimientos y esa tensión sexual no resuelta que siempre existe entre ambos. El momento en el que por fin llega esa primera caricia, ese primer beso, ese primer contacto… Lejos de eso no busquéis personajes profundos ni una trama en exceso elaborada, pues en ese aspecto tan solo hallaréis lo justo y necesario para conducir la historia y dejar las puertas abiertas a la siguiente parte de esta saga de Los Guardianes Ocultos.
En conclusión, una obra sencilla y sin pretensiones que se disfruta mientras se lee y, por lo tanto, deja un buen sabor. A pesar de eso, lo cierto es que debido a sus personajes pasables pero faltos de un atractivo especial, los momentos manidos de indecisión y rallada adolescente, y quizá una chispa de pasión algo escuálida, esta novela no dejará una profunda huella y seguramente, con el tiempo, acabe cayendo en algún lugar recóndito de nuestra memoria.