Invisibles. Eran invisibles: el señor que carga al niño, dentro de un bus repleto de personas. En la realidad como en la foto anterior. A nadie le importó el riesgo al que se exponía al niño. ¿Qué pasó? Momentos antes se había subido por la puerta de atrás una mujer joven con un niño en brazos. A ella sí le cedieron el puesto. Él llevaba ahí al menos media hora. ¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia fundamental entre un niño y el otro? Ninguna. La diferencia está en quienes los cargan. Quizás él no sea un buen padre, quizás no sea un buen hombre, incluso, podríamos hasta pensar como posibilidad que si él hubiese estado en la situación de las demás personas, tal vez no le habría cedido el puesto ni a ella ni a un él. Quizás. ¿Pero tiene esto que ver más con el hombre adulto que con el niño? Al final entonces, el bienestar de los niñxs no importa tanto. Se invisibiliza su bienestar aquí bajo el peso de la asignación forzada y condicionada de roles de género. Y nosotrxs, todxs, las perseveramos, las cargamos, las defendemos. Y a ellos dos, los invisibilizamos, les diluimos su existencia, los desaparecemos.