Madrid es Dirdam
Cuando vengas a Madrid chulapa mía, te voy hacer emperatriz de… Mejor no te apees y retorna allí de donde vienes. Si has escuchado el chotis de Agustín Lara, verás que impresionado se quedó este maestro mexicano con esta ciudad de todos.
Ahora nada más lejos de la realidad, tristemente, nada más lejos…
A veces recuerdo cuando niño subía las escaleras del metro en Sol, paso a paso pues el montón de gente que salía y entraba te impedía ir más rápido. Una vez en la puerta del sol, una corriente de vida te rodeaba. Miles de personas iban, venían o esperaban. Unos leían el periódico, otros compraban lotería, otros entraban a las pastelerías, otros salían de las zapaterías, colas para comprar tabaco, colas para bajar y subir a los autobuses, filas de taxis blancos y rojos cruzaban por todos lados. Te perdías en las calles aledañas, rumbo a la plaza mayor mientras esquivabas y te esquivaban los viandantes. Allí veías las tiendas llenas, de telas, librerías, de imaginería comprando santos, crucecitas, estampas. También el cartel del gato negro, los amigos que salían de los bares, la gente agolpada en los escaparates. No había tienda que no tuviera menos de dos empleados. Y lo dicho en la plaza mayor, sus pintores, sus tiendas famosas de sombreros, de efectos militares, de bastones y filatelia. Las terrazas, el aroma a bandolero de Luis Candelas, los ecos del tiempo en los soportales, las risas de los jóvenes, la serenidad de los mayores.
A veces estaría bien tomar un metro al pasado, para ver lo que realmente hemos perdido en nuestras ciudades.¿Y qué es lo que te encuentras ahora? No sé si por el deje o el teje y maneje de los políticos o La inexistente ley para preservar los negocios centenarios, las tradiciones. El apostar por el turismo de bajo coste, los mochileros de botellita de agua y bocata del chino. Los visitantes del Prado y del Bernabéu, los que no saben quién es Carlos III pero sí Cristiano Ronaldo. Los que les suena la semana del orgullo gay, pero nada de san Cayetano, de la Paloma o de San Isidro, un pobre labrador al que le han hecho una iglesia (buf otra, pero las mezquitas ni las contamos).
Todo lo que era castizo se ha destruido, lo que era mítico y famoso eliminado y lo que queda se tapa de bajo coste y el todo vale. Cierto donde antes olía a gallinejas ahora a incienso indio, donde se vendían cruces ahora yogures biológicos (uno en cada esquina) Y la taberna donde “El Pichi” se tomaba unos vinos para recuperar el aliento, un Kebab (dos, tres, cientos) se han adueñado de la “almendra central” que un servidor prefiere llamar Madrid Centro o para más “parné” El Foro. Y uno que es gato, que ha conocido el organillo, el barquillero y las vías del tranvía, cuando ve a un hindú, árabe, chino o peruano regentando un negocio de todo a 1 euro se entristece. No por el viandante que quiere comprar algo de esos negocios, porque si no lo tiene la primera tienda, da unos pasos y se encuentra otra, o si no cruza de acera y seguro que tienen del color que quiere, si no del propio Madrid, al que han dado la vuelta. Por eso Madrid al revés es Dirdam que más sugiere una ciudad oriental, más globalizada por el producto esclavo del bajo coste y donde el pobre tío Pepe ha sido “dispensado” de su lugar, a golpe de puntapié por la empresa de tal Jobs (del que van ya 3 películas y que poco más tienen estos yanquis que contar de su historia). Cada calle de Madrid, Toledo, Segovia, Barcelona, Valencia, Cádiz, Santiago de Compostela tiene para su propia película. Porque somos historia y vivimos en ella, en calles que cruzaron nuestros ancestros y lograron grandes cosas. Como el propio Cervantes que duerme en el olvido, como el oso y el madroño que se asusta por los Minions que le rodean, como esa Cibeles que la han cambiando sus leones por unos balones de fútbol, como esa puerta de Alcalá que es ya una portería. De Madrid al cielo siempre, de Dirdam Dios sabe si al cajón del recuerdo, si a una papelera (de las que ya no se limpian) o a la mochila de un joven inglés que solo quiere cerveza a 1 euro.
Solamente quiero que cuando yo viaje a la India, China, Perú, EEUU no me encuentre a todo el mundo vestido de chulapo, que sean como son, orgullosos de lo suyo, orgulloso de que lo compartan conmigo. De momento y hasta que no lo solucionemos nosotros, al visitante con nuestros kebab, nuestros recuerdos de plástico. Y por favor olvida el organillo, y pon tu móvil a todo volumen que es lo que se lleva. Y tu Neptuno por favor relaja el rostro que, solo son turistas…como nosotros.