Madrugadas a fuego

Publicado el 23 junio 2012 por Drgonzo


     Hoy es San Juan y cuando miro hacia el mar, a la playa, veo la noche herida por casi tantas luces en tierra como las que arden antiguas en el cielo. El aire sopla con fuerza y trae el olor dulce y picante de la madera. Y también, porque así es el género humano, el olor acre, denso y pegajoso del caucho y el plástico que algún imbécil ha decidido ofrecer en sacrificio.
     Aún en estos días, esta sigue siendo una noche mágica. Aún sin meigas, aquelarres, cánticos o luminarias de San Telmo, esta sigue siendo una noche donde todos se vuelven, a su manera, paganos que veneran a un Dios tan viejo como el corazón del sol más viejo. Tal es la atracción del fuego, que hasta los más borrachos se sentarán frente a él y dejarán que su vista se pierda en el imparable, burlón baile de chispas y llamas.
     Qué verán, eso es cosa de cada uno. Para algunos, el fuego consumirá las penas, en otros avivará las alegrías y seguramente para unos pocos, más espirituales o más sobrios, el fuego señalará el comienzo de algo. Para muchos en esas hogueras se quemará el pasado, y estarán alimentadas con apuntes de clase, libros o fotografías, iconos de los demonios cotidianos que desean exorcizar de la memoria.  Lágrimas y recuerdos también.
      En algún lugar, esta noche, una parte de mi pasado está igualmente quemándose en una pira que no he construido. Lo que quede de él cuando llegue la mañana (si hay alguien lo bastante empeñado en mantener la hoguera), lo dirá el tiempo. Quizás, como el humo, se convierta en un aroma dulzón, que hace llorar los ojos cuando se respira pero que no tarda en disiparse para siempre. O quizás se convierta en brasas, en rescoldos que se mantienen, tozudos, esperando a que los reaviven o los pisotee un patán inconsciente para demostrar que puede, literalmente, caminar por encima por amor.
     E ironías de la vida, aquello que hoy pueda quemarse, empezó un día sobre el papel, quemando cartas en una playa.