Revista Literatura
Ahí están, un poco torcidos pero formando un conjunto perfecto, alrededor de los bordes del plato. La cocina tiene restos de arroz por todas partes. El aire golpea la pituitaria con un olor avinagrado, producto de cocer el líquido-salsa (que es vinagre caliente) para tan exquisito manjar.
Ahí están, también, los restos de alga nori, algunos trozos que siguen verdes y secos, otros mojados y de color casi negro que han sobrado al hacer los rollos de maki sushi. Nunca pensaste que las bolsas de alga nori tuvieran utilidad, ese producto que siempre has visto colgado en la parte de alimentos naturales de las herboristerías.
Como tampoco imaginabas hace años que aquel objeto de deseo meticuloso, uno de los más conocidos de la gastronomía japonesa, pudiera llegar a tu cocina por tu propia mano tras haber sido fabricado en tus sartenes, en vez de adquirido en un restaurante de lujo.
Ahí está la magia, sorprendente. Aquellas tardes gloriosas buscando para una cena romántica un local oriental, concretamente japonés, porque los chinos abundaban por todas partes. Tallarines fritos - cerdo agridulce - ensalada con esa rara cosa transparente y salsa de vinagre color blanco lechoso, blanco s****.
Jamás pensaste que se pudiera conseguir algo parecido con vinagre corriente y arroz normal. Que el truco estaba en la destreza con las manos. Y la paciencia para remojar el arroz (un millón de veces) hasta sacarle el almidón. Ni en abanicar después el arroz regado con vinagre caliente, azúcar y sal.
Pero has podido descubrir el truco ancestral. Has visto incluso vídeos en Youtube de auténticos cocineros japoneses que te lo han contando. Y piensas: he nacido en el tiempo equivocado. Piensas: ¿por qué?
Y te preguntas: ¿dónde estás?Te contestas: no lo sé. Ni voy a saberlo, parece.
En el tiempo equivocado.
La generación de entre 30 - 30 y largos no existimos. Y te ríes pensando en tu refugio que fue el bar Treinta y tantos cuando tenías veinti pocos. Porque hay Tuenti, pero no hay Zirti. Y piensas: ya mismo tendré la edad de Jesús de Nazaret, y eso hace veinte años me parecía una barbaridad tremenda.
Piensas: la literatura también se ha corrompido con el falso tirón de la juventud. La absurda hipocresía que presupone algún don por temprana edad, como si a ciertas edades estuvieras metido en un cajón y no supieras que, al final, te mueres; por tanto, hablar de muerte es toda una proeza que se aplaude.
Piensas: si hasta parecen que no tienen en cuenta el género, hay hombres y mujeres por igual. ¿Pero luego qué pasa? Porque tú no tienes un modelo masivo: los escritores de treinta y largos, ya consagrados, son todos tíos. Hay alguna excepción, claro, pero proporcionalmente escasa. Y luego se pasa a la vieja, vieja, como la señora Matute, pero entremedio hay un desierto clamoroso.
Y piensas: en el tiempo equivocado. Cuando tenías veinti pocos decidiste abandonar la literatura, harta de dar recitales poéticos que sólo habían visto tus compañeros de teatro.
Piensas:
Unicaja.
Torremozas.
Muestra Joven.
Gloria Fuertes.
Pablo García Baena I.
Adonais.
Muestra Joven.
Pablo García Baena II.
Piensas: señora profesora, por qué no me dijo usted que existía el verso libre. Que a los 5 años odiaba a Gloria Fuertes porque sus versos eran estúpidos, aunque hacías mini-recitales en voz alta para disimular tal hecho. También habías leído varios poemarios completos, como el Miguel Hernández que estaba guardado por casa, Nanas de la cebolla, etcétera.
El resultado se veía venir, claro, llegó el trabajo fin de curso (5º de EGB) para literatura (tendréis que recitar y hacer el análisis en público, delante de todos, del poeta que queráis libremente) y hubo muchos Lorcas, Machados, Bécquer y Miguel Hernández. Hasta que saliste tú a la pizarra, mi turno, recitaste un poema que no rimaba precisamente en cuartetas. La profesora entornó los ojos con digusto. Resulta que es de mi tío, aficionado a la poesía. Más disgusto. Tiene este librito publicado, lo enseñaste, de tapas marrones pegadas en edición barata. La profesora pone cara de oler mierda, pone cara de ¿ésta no era la buena alumna? ¿porqué me está vacilando hoy? Pero ella no te da miedo, no te dan miedo los poetas viejos, no te miedo la poesía. La exposición fue "brillante" aunque dio igual porque ya tenías el sobresaliente de media asegurado en esa asignatura. Pero en el fondo, lo sabes, aquella mirada te persiguió.
La vieja profesora no tuvo la decencia de explicarte que hay una cosa llamada verso libre. La del curso siguiente, cuando sí empezaste a poemizar tú misma libremente, te lo explicó.
Piensas: qué importa, los poemas sueltos están bonitos, juntos son una caca. Piensas: ¿son una caca? No, resulta que éste escribe el primer libro, se lo publican en X editorial y gana luego un concurso, patrocinado por esa editorial. O al revés. Qué más da.
El caso es que hay que conocer a alguien. Míralo, ahí sonriente, triunfador, las instituciones le pasan la mano por el lomo y le alborotan el cabello como a un niño, oh qué niño tan lindo, mira lo que ha escrito, y te preguntas, ¿dónde estábais, instituciones de mierda, cuando no existía el verso libre y posmoderno pero lo escribía en mis folios con mi máquina de escribir electrónica?
Piensas: ¿dónde estabáis cuando rellenaba las 100 subpáginas webs de mi propio dominio, a mano, *<div style="text-align: justify;">*</div>, porque no existían los blogs?
Piensas: ahora se ponen a escribir, les publican y todos felices. Sí, es eso. Tenía que haber nacido 10 años antes. O no. La historia nunca la cuentan los vencidos, pero Intenet está cambiando esta posibilidad.
Reflexionas: qué relativo es todo. Si te vas por los nortes lejanos, se sorprenderán que siendo del sur de España te clasifiques incluso dentró de la raza caucásica, a pesar del color lechoso que tienes. O mira, en otras partes se supone que eres una chica de provincias, cuando tú siempre te has sentido/definido de la capital. De la capital de tu provincia, claro, pero urbanita.
Piensas: voy a romper el protocolo que necesito los dedos para el teclado. Dejas los palillos y agarras a mano limpia otro rollo de maki. Con la otra mano, le das a enviar e-mail, que distribuirá tu curriculo por unos 50 medios de comunicación y productoras de todo el mundo con un solo clic. Y ya llevas unos 150 esta semana.
Masticas el arroz. Te acuerdas de otra palabra en japonés. Piensas:
Sanpaku eyes