Revista Diario

Mal Acostumbrados

Publicado el 14 febrero 2012 por Leiman

Mal Acostumbrados

Hace ya varios años que me tomo mi vacaciones en Brasil, como lo hace mucho de nuestros compatriotas, que a pesar del cambio desfavorable buscan huir, aunque sea por unos días del “adorable infierno” al que estamos tan acostumbrado aquí en Argentina.

Resulta que este año en particular se mi hizo mucho mas evidente: Cargar nafta en forma relajada, casi disfrutando de la actividad, cosa que en mi país perdí hace rato, o caminar de noche por la calle con la familia, sin mirar sobre el hombro por donde viene el palazo o el chumbo, ni hablar el hecho de circular por cualquier parte sin estar preocupado por adivinar cuales son las calles cortadas por nuestros intocables amigos piqueteros, o el simple hecho de sacar dinero de un cajero o realizar una transacción en la moneda que se te venga en gana (se acuerdan cuando sacar plata de un cajero era una “actividad de paso”  para la cual no teníamos que planifícala ni asignar como mínimo unas 4 hs , o darnos el lujo de andar “en reserva” un día con el auto o la moto, total mañana ante del laburo lleno el tanque, ni hablar de dormir una siesta en el chaco, con 50º a la sombra, donde los servicios de luz y agua solo funcionan por debajo de los 25º  Guiño

Piquetes, pésimos servicios públicos y privados cortes de luz y agua, terribles colas pagar cuentas, cargar nafta, va para todo. Millones de cuestiones con las que convivimos diariamente casi sin chistar y que en cualquier otra parte del mundo civilizado seria inaceptable. Es notable la capacidad de adaptación / acostumbramiento que poseemos los Argentinos, sobre todo la gente del interior del país.

…y solo vasta con cruzar nuestra frontera unos pocos kilómetros para tomar la perspectiva necesaria para darnos cuenta que no esta muy bien convivir con esto y es por lo menos peligroso acostumbrarnos a esto. Lo primero que me viene a la mente es el cuento del Sapo en la olla: 

Si arrojamos un sapo a una olla con agua hirviendo, el brusco cambio de temperatura despierta el instinto de conservación en el pobre animal el cual salta de la olla para salvarse; pero en cambio si se pone el sapo en la olla con agua fría y se la va calentando lentamente, el sapo se conforta y acostumbra a la tibieza inicial, pierde las fuerzas o la iniciativa para saltar cuando el agua quema, y muere cocinado.

No se Uds pero yo me siento como ese sapo (no solo por lo feo). Nos acostumbramos a que lo extraordinario pase a ser cotidiano. Que lo anormal sea normal. Pequeñas concesiones en nuestra calidad de vida hace que uno se acostumbre a lo que no debería.

Finalmente y para  terminar mi reflexión pos vacaciones, la cual no tiene ningún tinte político, no me interesa para nada que lo tenga, simplemente es mi visión de las cosas, tomo las palabras de  Marcos Aguinis en su libro “El atroz encanto de ser argentino” el cual lo recomiendo, sobre todo la primera parte.

Los argentinos estamos encantados con nuestra retorcida pertenecía. La mayor parte de la gente que se va al exterior por razones laborales o económicas, indefectiblemente siente nostalgia, de todo lo que planteo, veredas rotas, piquetes, transito caótico, etc..

…así que estoy encantado de estar nuevamente en mi adorable infierno, disfrutando lo que puedo de el,tratando de no acostumbrarme a ciertas costas y cambiar las que puedo. Sonrisa


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