MALA CONCIENCIA
Me llamo Amursifípides Krystalisopakopoulos. Es un nombre falso, evidentemente, pero, a estas alturas –y digo bien-, ¿qué más da? Cuando todo te importa más bien poco, o más bien nada, uno se permite cualquier licencia, y me divierte observar el rostro de la gente cuando intenta pronunciar semejantes palabros. Y como estoy aburrido, me he propuesto contarles parte de mi historia, que es una historia escrupulosamente cierta, créanme. Aunque, por su naturaleza rocambolesca, podré entender sus suspicacias. Por cierto, no lo he dicho, llevo muerto desde… ¡caray!, no lo recuerdo.
¿Cómo he llegado aquí? Francamente, lo desconozco. Tan solo sé que vuelvo a estar sentado en una silla de plástico con el logotipo de Pepsi-Cola, flotando en la superficie de un lago rosa que ocupa todo aquello hasta donde me alcanza la vista, rodeado de pinguinos sin diéresis que practican tai chi –son como los otros pero con pronunciación diferente y más estilosos en sus movimientos-, y frente a un grupo de ovejas que fuman y juegan a las cartas con un pastor desesperado al que sólo le quedan los calzoncillos.
¿Qué hago aquí? Ni idea. Se supone que aquella individua extraña, que aporrea sin descanso su máquina de escribir, me está preparando mi nuevo destino, tal y como lo ha hecho siempre que regreso a este lugar tan… diferente. Es curioso, de lo único que me acuerdo es de lo que me sucede aquí, que siempre es lo mismo. Aunque mi primera vez… Ahí estaba yo, perdido, desorientado, sí, sí, créanme, observando desde una considerable distancia a una tipa sin rostro escribiendo en una máquina de escribir, en mitad del mencionado lago. ¡Imagínenselo!-Bien, ya está –me dijo la mecanógrafa.-¿Qué es lo que está? –pregunté yo con cara de idiota.-Tu destino, hombre, ¿qué va a ser? Te toca ser conciencia.-¿Destino? ¿Me toca ser conciencia? ¿Dónde estoy, en la tómbola? –joder, yo no entendía nada.-¿No sabes dónde estás? ¿No recuerdas nada? –preguntaba la bicha.Yo movía negativamente la cabeza, pero con timidez, no estaba muy seguro de querer conocer las respuestas.-Vaya, otra vez me envías a uno nuevo, ya estoy harta –le dijo aquella sujeta a no sé quién, y no sé con qué, pues no tenía boca.
¿Se dan cuenta? Apenas desaparecen todos los recuerdos de una vida -porque desaparecen sí, de un plumazo. Como si fueran fotogramas de una película, van pasando todos los momentos que has vivido y, de repente, ¡pum!, dejan de existir para ti-, pues bien, como les decía, apenas desaparecen los recuerdos, te encuentras atravesando un túnel, y comienzas a ver una luz al final. Cuando llegas a la luz, tus ojos se ciegan y, de repente, ¡pum!, estás flotando en el ridículo lago rosa de los cojones, encaramado en la dichosa silla de la Pepsi-Cola.
¿Siempre es igual? Sí, bueno, a veces se produce algún error en todo este tedioso proceso y, por alguna razón, conservas el recuerdo de los últimos instantes de tú último destino.-Tú guardas algún recuerdo, ¿eh? -adivinó la mecanógrafa en cierta ocasión pero no tengo ni la menor idea de cómo pudo saberlo.-Bueno, yo… Recuerdo a la muchedumbre que me sonreía y me aplaudía.-Pobre infeliz… Le sonreían a tu cabeza que rodaba por el cadalso tras ser guillotinado –me aclaró, y soltó tal carcajada que llamó la total atención de los pinguinos y las ovejas tahúres, ocasión que aprovechó el pastor, -ya sin los calzoncillos- para salir corriendo, justo cuando dos machos ovinos pretendían cobrarse, intuí, la última mano perdida en el juego.
¿Qué pienso de todo esto? Bueno yo supongo que debo estar en el…-Señor Nerón, ¡Señor Nerón!-Sí, sí…-Señor Nerón, es su turno. Vuelve a ser conciencia.
En fin, parece que ya me toca. Y, bueno, ya conocen mi verdadero nombre. Espero tener un destino alegre, divertido, que yo muy amigo de las bromas...-¡Señor Nerón!-Ya voy, ya voy…
Bueno, hasta otra. Y cuídense, quienes quieran que sean los que han sido capaces de escucharme.
-A ver qué destino me han dado… Uy, qué bigotito tan ridículo. ¡Anda, si hablo en alemán…!