Revista Talentos

Mala época

Publicado el 13 noviembre 2014 por Isabel Topham
Siempre igual, todas las tardes lo mismo. Imposible salir de esta tormenta que hace tiempo tuvo que calmarse. No siempre se cumple esa afirmación sobre los daños y el dolor. Es más, nadie puede soltar tan fácilmente un pasado cuando éste le ha causado mucho daño. No quiero llorar más por alguien que ni siquiera sé si le importan mis lágrimas y pongo en tela de juicio si me ha querido en algún tiempo anterior de su vida. En fin, que pase ya esta tormenta de días, por favor. Que pasen o que se acaben, pero que sea pronto.
Mientras voy ordenando mis emociones por orden alfabético en mi cabeza intentando no hacer mucho ruido en la realidad enciendo el ordenador y, mientras procesa busco por mi habitación los auriculares. Al poco tiempo, éste llega a su inicio y me obliga, en cierta medida, a dejar lo que estoy haciendo por unos minutos para comenzar la sesión. Faltan 3 minutos para poder utilizarlo a mi antojo. Sigo buscando, y antes de que termine de cargar los encuentro. Sin apenas prestar atención al momento, y de manera automática, lo enchufo al ordenador. Busco mi propia carpeta y, en ella, la música pero dudo por unos instantes qué escuchar. Hace tiempo que no escucho nada de Jazz, y ni Meyer ni Sheeran han conseguido consolarme con sus baladas las demás veces que me he sentido decaída; por lo que, me decanto por lo clásico. Seguidamente, abro un par de archivos en formato Word y empiezo a escribir. 

Nada. Cinco minutos y la escritura permanece igual. En blanco. Sin nada que contar, pero con las ganas entre los dientes de gritar lo que siento. Mis lágrimas al borde del suicidio, las manos me tiemblan y esta vez no se si será el dolor o el miedo que siento. No puedo tener miedo, pero sí lo siento. Nadie puede darme el gusto de depender de ellos, y menos depender de quien saborea con dulzura mis lágrimas por placer, gusto o condena al haber hecho qué. Y por más que lo pienso, incapaz de soltar el móvil en este momento, pendiente de él por si en algún caso extremo, llama alguien. Total, cuánta más pena o dolor sienta, mejor me vendrá airearme en estos momentos. Quiero olvidar a gente de que existe, quiero olvidarme. Desaparecer es la clave, y no me importa ni el lugar, ni el modo ni el tiempo. Bueno, éste último sí; ahora y de aquí. Pero, lo más importante, que desaparezcas tú y esta vez no conmigo. 
Mis días se vuelven lo más secos y grises posible. Un frío otoñal amenazante recorriendo con un suspiro la mirada, haciéndome sufrir y tiritar por dentro. Y no de frío. Ni dolor. Ni miedo. Sino del tiempo. El tiempo que necesito para salir a buscar a quien me quiera, en especial a esa persona con quien encaje de lleno todos mis abrazos, mis besos... y mis locuras.
Cuánto más escribo, más llevo sintiendo. Estoy escribiendo desde hace más de media hora, sin darme cuenta y prestando total atención a mis letras. Aún así siento mis lágrimas al borde del suicidio, con la falta de voluntad para arrojarse al vacío por mis mejillas. Cuánto más escribo, menos dejo de pensar, las palabras fluyen de mí de manera natural y no necesita que nadie las empuje. Mi mente, sin embargo, se revoluciona. Cuánto más digo "Para" más habla, y me hace hablar. 

El pasado, en su caso, parece no querer irse de mi vida. A ver, no el pasado como tiempo verbal, sino el pasado en sí. Todo lo vivido en un presente que no quiere marcharse, y te castiga en forma de recuerdos de los cuales, pocos has sabido cómo echarlos y necesitas expulsar de tu cabeza para volver a estar bien contigo mismo, y feliz. 
Isa, ¿no se supone que escribir, correr y tu guitarra es tu vida? Entonces, qué haces que te alejas de ellos. Haz el favor y vuelve a trazar líneas sobre el papel, o en su lugar en el ordenador; vuelve a pulsar el botón On/Off de tu teclado, o coge de una maldita vez tu guitarra, y procura que no sean tus lágrimas las que suenen esta vez. Nadie que te hace sufrir se merece tu llanto, pardiez.
Lo único que necesito es descansar, ¿por qué no te tumbas en la cama y vuelves dentro de media horita? Estarás mejor, seguro, necesitas refuerzos. Puede que mi conciencia tenga razón, pero... ¿de verdad me voy a poner a limpiar todo el cuarto? Lo tengo hecho un asco, y peco de excesiva pereza. Recuérdalo.
Necesito aire, quiero irme a dar una vuelta. También tengo pensado escribir, al fin y al cabo es el mejor remedio para ahogar las penas o, al menos, en mi lugar. Sin embargo, me veo incapaz de dibujar una sola letra en el blanco papel, ni soy capaz de pulsarla con el fin de impulsar las demás y formar una historia, aunque sólo sea la de mis sentimientos. Escribo para expresarme, y ahora lo único que quiero expresar es cómo me siento. Puedo no transmitir nada, en cambio lo estoy expresando todo que ese es mi verdadero objetivo. Expresar lo que pienso, siento, y me duele. Todo.
He podido entrar en la primera fase del PAD, Pensamientos Abstractos y Dolientes, en donde nos culpamos a nosotros mismos debido a la culpa de otro. Esa misma persona que nos hace sentir un indeseable, quien no ha hecho nada por nosotros (a excepción de llorar y estar como estamos) ni ha movido un sólo músculo por vernos felices; y, a su vez, lo seguimos creyendo como si tuviese la razón.
Adiós, me voy. Estoy harta de todo, y todos. Necesito despejarme, mañana será un nuevo día. Dejo el ordenador encendido por si alguien quiere apagarlo, y ya de paso terminar lo que desde hace un tiempo no consigo terminar yo sola.
Presiono la tecla y, poco a poco, se va apagando de la memoria.


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