—Culpable —respondió él.
—Pero es imposible. Tú eres inocente.
—Ojalá fuera así —dijo.
—¿Crees que eres culpable? —susurró.
—Todo está en mi contra. Observa...
Mostró el puñal. Rodeó el cadáver y salió sin voltear a mirarla.
No volvió a hablar consigo mismo.