Un día, cuando era niña, le pedí a mis abuelos que se besaran. Insistí y me ignoraron (o insistí porque me ignoraron). No hubo beso. No los había visto ni los vi besarse nunca.
Podían haberme dicho muchas cosas: "nos besamos en privado", "la gente se besa cuando quiere, no cuando le dicen", "ya no nos queremos de esas forma", mil cosas; pero no me dijeron nada. Creo que es muy difícil explicar la falta de amor.
Decidí terminar formalmente con mi relación de pareja, entre otras cosas, porque no quise que mi hija creciera sin ver besos, abrazos, roces de amor entre su papá y yo. A veces me pregunto si preguntará por qué no estamos juntos, por qué no nos amamos como los papás de otros niños, y aunque supongo que para cuando eso pase, no será difícil responderle porque habré terminado mis duelos, ahora me parece un tema complicado.
Pero nunca me he preguntado cómo voy a explicarle que dos personas que se gustan, se gustan, o cómo dos personas que se aman, se aman; quiero decir, nunca me lo he planteado como un problema. Se gustan y ya. Se aman y ya. Sean hombre y mujer, hombre y hombre, mujer y mujer. Lo otro podrá ser lo mismo: no se gustan y punto, no se aman y punto; la complicación está en el dejo de tristeza o frustración que puede haber en ello. ¿Cual tristeza o frustración va a haber en que dos sí se gusten y se quieran? ¿En que se besen, se abracen, se rocen? No hay problema.
Silvia Parque