Hoy vi a un perro al que herraron. Ya lo había visto antes, pero creía que tenía marcas por alguna enfermedad de la piel. Alguien me dijo que eran marcas de mordida y me pareció creíble. Yo qué voy a saber. Nunca habría imaginado que podían ser marcas de un hierro candente. Me pregunté qué mierda tiene la gente en la cabeza para hacer esas cosas; pero luego vi a una familia como a veinte metros de donde yo estaba; su niño pequeño, como de cuatro años, iba atrás con una rama larga de un árbol. La señora que me contó que el perro había sido marcado, señaló al muchachito y dijo: "mire, va a pegarles". Y efectivamente, el niño fue a pegarles con la rama a un par de perros que andaban por ahí. No lo consiguió porque los animales se fueron. Los papás ni en cuenta.
Silvia Parque