Esta mañana he ido a la peluquería. Me estoy portando muy bien conmigo misma y ya es la segunda vez que voy desde que di a luz, a ver si sigo la buena racha y empiezo a cuidarme un poquito.
Iba en el coche, con la radio puesta, y han puesto una canción de Lady Gaga. De siempre me ha gustado el chunda-chunda, la música para bailar y todos sus subgéneros...especialmente el dance, trance...sí, tengo unos gustos curiosos para una madre, ¿no?.
El caso es que me ha venido a la mente la sensación que tenía muchos viernes o sábados un rato antes de salir de fiesta, en esa etapa que tuve entre que lo dejé con mi ex y empecé con mi marido. Hubo ahí un periodo de casi dos años que fueron "peculiares". En esa etapa salí todo lo que tenía que salir para el resto de mi vida y experimenté con el sexo todo lo que me dió la gana (que no fue mucho sino, simplemente, lo que a mi me apeteció).
Un rato antes de salir, me ponía la música en mi habitación e iba calentando motores, seleccionando prendas, aplicando maquillaje, retocándome el pelo. Y luego al coche, porque siempre me busqué los grupitos para salir lejos de mi ciudad, así que el coche era imprescindible. Tenía siempre esa sensación de ligera excitación, ansiedad incluso: ¿qué me deparará la noche? ¿hoy voy a ligar? ¿me enrollaré hoy con fulanito o menganito, que ya hace mucho que no me lo camelo?. Entonces pisaba el acelerador y no pensaba mucho más.
Aquella fue la época de ir a 140 km/h como mínimo, de pillarme algún pedo que otro, de las botas blancas con minifalda, de los podiums de discoteca, de alternar dos follamigos para ver si alguno llegaba a quererme (y, no, ninguno me quiso más de lo necesario, ¡qué lamentable resulta mendigar el amor!)...También fueron los tiempos de despertarme el domingo y sentirme absurda y complicada.
Es cierto que recuerdo aquellos tiempos con una sonrisa de oreja a oreja, pero nada más. Ni melancolía, ni añoranza. Nada de nada.
Esta mañana he pensado que fueron buenos aquellos tiempos, bastante buenos, pero qué bien que ya pasaron. Qué feliz estoy en mi casa, con mi pijama, con mi familia, un sábado por la tarde, escribiendo esta entrada y no pensando en qué me deparará la noche, para amanecer el domingo sintiéndome vacía por dentro y más sola que la una. Qué feliz que mañana amaneceré con mi marido al lado y mi hijo jugando en su cunita y no resacosa y gastada.
Sin lugar a dudas, estoy en la mejor etapa de mi vida.