Mañana será peor

Hoy la ciudad es iluminada por un sol sin nubes. La luz que derrama hace más visibles los múltiples defectos de una metrópoli semiabandonada por sus cuidadores. En proceso de ruina, se deshace por las chapuceras costuras y se va cayendo poco a poco.
Las vidas de sus habitantes, los que quedan, los que cometen la temeridad de no irse de allí en busca de pastos más verde, amenazan también con derrumbe, al mismo pausado ritmo de la ciudad.
Los triunfalismos electoralistas ya en proceso de total olvido, no disfrazan la desolación que se respira.
Un virus de tejido comercial gangrenado asola la población. Edificios históricos se caen a trozos por una mala vejez desatendida, la propia historia local se cae a trozos. El gobierno municipal se percibe precisamente por su inútil inacción.
En la ciudad, el desempleo es el oficio más extendido entre la menguante población en edad laboral, la tercera edad es la aplastante mayoría.
Cutre y amenazador panorama. Todos los pasados vividos se antojan como menos malos en comparación al nocivo presente. Pasados mejores que el negruzco futuro que se vislumbra y deja ver su inquietante mirada, con unos ojos semicerrados que parecen tomarnos medidas para la tumba.
Ansias de ordenar al reloj que se detenga en su loca carrera hacia la nada.
Parar el tiempo, para que no llegue el devastador mañana...