-Entiendo, amor.-Gracias.
Junté la puerta y nos sentamos en el suelo. Cogió mi brazo y lo apretó fuerte. Llevaba una cartera elegante de color morado que combinaba con su pantalón.
-¿Qué llevas en la cartera?-pregunté.
-Algo que quiero hacer contigo… Pero lo malo es que no lo podemos hacer aquí afuera.
-Y qué es-traté de abrirlo y ella cogió mi brazo fuerte.
-No lo toques. No quiero que lo saques aquí.
Cogí la cartera.
-¿Qué haces?-Me lo llevo adentro para ver qué es.
-Si entra la cartera entro yo.-Vale, entra.
Sacó de su cartera dos pistolas. Me entregó una y ella cogió otra. En la cuenta de tres disparamos, amor. Vale. Metió su mano y sacó un papel. Que la mantuvo en su mano por un tiempo. Ya, es hora. Me señaló con la pistola y yo a ella. Me miró y me dio un beso. Se alejó. Uno. Miró su arma en mi cabeza. Dos. Me dijo que me amaba y yo a ella. Tres.
El sonido resonó en toda la casa. Había disparado pero ella no. La sangre en su cabeza surgía como agua. Mierda, mierda, qué pasó. Miré su arma. No había balas. Mierda, mierda. La abracé, su mano se había abierto y mostraba el papel. Para Gabriel. Hola Gabriel, sé que no quieres esto, así que solo puse una bala en tu arma. Espero me disculpes. Te amo. Lloré.
Abrieron la puerta.
-Hijo, ¿qué ha pasado?
-Nada mamá. Nada.
Cogí el cuchillo.
-Hijo, nooo….
El cuchillo se embarró de toda la sangre que pudo. Me arrodillé y di un grito.
-Nunca me quisiste.
Mi madre ya estaba muerta.
-Gracias, Karen.
Clavé el cuchillo en mi cuerpo y solté otro grito. Gracias, amor.