No todo arte nace para adornar. Algunas obras son heridas abiertas. Y aun así, respiran.
En Paraguay, tierra fértil de duelos y danzas invisibles, urge crear espacios donde la creación no sea mercancía sino latido.
Donde el arte no se mida por el brillo, sino por su temblor. Porque crear no es producir, es testimoniar.
Desde la intemperie, desde el cuerpo que carga siglos de silencios, desde el gesto íntimo que dice basta.
Somos artistas. Somos rechazados. Somos los liminares de la marginalidad.
Somos el eco de obras que no entraron al salón oficial pero sí al cuerpo de quien las necesita.
Rechazados no por falta de valor, sino por exceder los bordes del canon.
El Salón des Réfusés es una grieta que abre luz.
No pedimos permiso: hacemos lugar.
Porque una obra no aceptada no es una obra fallida.
Porque el criterio no puede ser una muralla ni el jurado un dios sin rostro.
Porque crear es también rechazar el rechazo.
¿Para qué y para quién creamos?
Para quien no ve su historia en los museos.
Para quien carga una lengua colonizada.
Para quien no puede pagar una residencia.
Para quien hace arte después del trabajo, del hambre o del llanto.
Para quien se atreve a tocar la memoria como quien cura una herida.
Consumir arte es tocar la verdad con los sentidos.
Es mirar y dejar que el ojo se vuelva corazón.
Es comprender que una instalación, un videoarte o un grabado pueden ser territorio, denuncia o caricia.
Arte es alimento cuando humaniza.
Reunidos, proponemos una relectura del sistema de selección artística, no para competir, sino para recomponer.
Porque sabemos que el problema no es que existan los concursos, sino qué miradas son premiadas y cuáles son silenciadas.
PROPUESTAS
Claridad total: en los criterios, en los procesos, en los fallos.
Procesos pedagógicos reales: que los laboratorios formen, no solo repartan premios.
Reglas que no cambien a mitad de juego.
Devoluciones del jurado: construir implica escuchar.
Amplitud generacional: la creatividad no tiene fecha de vencimiento.
Anti-amiguismo y antipatriarcalidad: arte no es club privado.
No se puede hablar de arte sin hablar de poder.
Y si el poder niega, nosotras decimos: aquí estamos.
Nos hemos agrupado en el Salón des Réfusés porque nos negamos a quedarnos fuera de nuestro tiempo.
Creemos en el arte como herramienta de crítica, amor, memoria y posibilidad.
Creemos que una exposición de obras rechazadas puede ser más honesta que mil vitrinas institucionales.
Creemos en la transformación.
Y si hemos sido rechazadas, entonces lo rechazado será el nuevo manifiesto.
CONCLUIMOS
Este manifiesto no busca pedir, sino afirmar.
Afirmamos que la creación es una necesidad.
Que la exclusión también narra.
Que los márgenes producen belleza, saber y resistencia.
Y que el arte, cuando nace de la herida, es un lenguaje que arde, pero alumbra.
El arte no tiene que gustar. Tiene que mover.
Y nosotros ya estamos en movimiento.
