Hace poco me regalaron un interesante libro titulado Las fotos que hicieron historia 1900-2009. Está editado en tapa dura, con páginas de alta calidad y con el contenido que os podéis imaginar. En efecto, un repaso a estos 109 años que indica en el título a través de imágenes.
Son fotos bastante conocidas, algunas sorprendentes y otras impactantes. Instantes congelados que marcan una muesca en el tiempo. Aparecen eventos de todo tipo: guerras, hambrunas, desesperación, pero también a famosos cantantes de rock, las primeras minifaldas y Usain Bolt.
Me parece muy interesante el título, y en especial una parte: hicieron historia. Es una expresión común en nuestro vocabulario. La RAE explica que significa que una cosa adquiere la importancia necesaria como para ser recordada. Es decir, es un hecho a posteriori, primero ocurre algo y luego merece ser recordado.
Sin embargo, el verbo hacer se me antoja a manipulación. No me refiero a falsedad o engaño, si no a trabajar o manejar alguna cosa. Parece como si la historia se pudiera construir, como una bastida, y que unos elegidos se encargasen de esta operación. De los peldaños se encargan los escritores, cronistas, fotógrafos, etc.
Su visión y sus elecciones conforman la futura visión del pasado. Aquello que no ha sido anotado o arrastrado a la permanencia del papel no será recordado. Con el periodismo pasa algo parecido. Aunque se trate de actualidad candente, al final se determina lo que pasa a mejor gloria.
Los grandes medios son los que deciden de qué hablar, ellos hacen el presente. En sus periódicos, televisiones y radios se habla de los mismo. Se ha llegado a un alto grado de simplificación y anestesia, en el que las cinco primeras noticias son las mismas en todos los medios. No hay discordancia, no hay contestación.
Dicen que la historia la suelen escribir los vencedores, y a veces pienso que estamos vencidos. Que la palabra crítica se envenena desde las melifluas lenguas de los lánguidos dirigentes y que la rebeldía solo está de moda como añoranza.
Pocos diarios o revistas contradicen al poder de forma ágil y perspicaz, y los que lo hacen parecen estar movidos por motivos más corporacionistas que periodísticos. Se necesitan compromisos arduos con la crítica y la disputa, no vulgar, pero puntillosa.
Un periodismo que moleste e incordie, que plantee unas nuevas bases y que, si es necesario, conduzca a un nuevo sistema. Un periodismo que haga historia y que consiga mostrar sus imágenes al futuro.