"VIVIRÉ DEL AIRE"MANUEL SALINAS
Hace unos meses recibíamos el último número de la exquisita revista "Abril", donde se nos anticipaban algunos espléndidos poemas del libro "Viviré del aire" del poeta granadino afincado en Málaga, Manuel Salinas y hoy llega a nuestras manos, magníficamente editado por el madrileño sello "Vitruvio", el poemario completo. Manuel Salinas fue un poeta que mantuvo una gran actividad durante los años setenta y ochenta del pasado siglo y que, al igual que le ocurrió a Pablo García Baena y a otros autores, tras un largo silencio, reapareció en el panorama literario con gran fuerza. En concreto, lo hizo en 2004 con el libro "El mar en los hangares", y al presente revalida su calidad con este "Viviré del aire", libro lleno de ingenio que supone una valiente apuesta por la belleza y por un estilo elegante con un lenguaje muy escogido y una gran variedad de registros. Así, a veces, en estos cuarenta y ocho poemas,- el autor se nos muestra apasionado, y en otras posee la gracia popular de los poetas del 27, y su palabra sensorial y celebraticia de la vida y de cuanto lo rodea se aproxima al Vicente Aleixandre de "Sombra del Paraíso". En otras ocasiones no es tanto la luz jovial de Málaga la que aparece en sus textos, sino la huella granadina, esa intimidad de los jardines que lo acerca a autores como Antonio Enrique, Narzeo Antino, Rosaura Álvarez o Antonio Carvajal. Y también se aprecia en otros poemas su entronque con los Novísimos y su culturalismo, con referencias artísticas, literarias o incluso cinematográficas (poemas como "La palabra: La Belle Dame sans Merci" o "Amanece: es aire todo en Donnafugata" así lo atestiguan). Y también su proximidad a los poetas de la generación de los
ochenta que se mostraron disidentes respecto a la poesía oficial, esa que nombran de la Experiencia. Me refiero a voces como la de José Lupiáñez o la de Francisco Acuyo. Y es que nada tiene que ver la voz sentida y la visión luminosa de Manuel Salinas con la cotidianidad y la pequeña ironía que caracterizan a las legiones de poetas experienciales. Nada tampoco se asemeja al prosaísmo de éstos la asombrosa capacidad para crear imágenes espléndidas que caracteriza a Manuel Salinas, y vayan como ejemplo estos dos versos:
"Madúrame la casa de verde fruta. Lléname de saltos de caballo el alma."
Además de todo lo dicho, el poemario que presentamos se trata de un gran libro de amor, un bello homenaje a Marisilla, esa valiosa compañera y musa del autor. El profesor Tomás Moreno, en el epílogo a "Viviré del aire" explica muy bien cuanto venimos señalando, mediante las siguientes palabras: "La afirmación de la naturaleza, de la vida y del amor, la gozosa alegría de existir, la nostalgia del paraíso de la infancia son los temas, los motivos que se desarrollan luminosamente a lo largo y ancho del poemario" Y verdaderamente se palpa en este libro ese anhelo de vida verdadera y plena de sentido, esa ebriedad del color y del ritmo. El poeta, para el que es pecado la tristeza ha hallado"la felicidad. ¡Una delicia, pues, este- - "Vivir del aire"! Poesía a la vez lujosa y sencilla, sin concesiones a la ramplonería de la oficialidad. Una lectura gratificante de principio a fin, de las que no abundan en esta época gris que ahora vivimos, y todo un ejemplo para las generaciones que llegan, un ejemplo de belleza, fuerza, música y sorpresa.
Fernando de Villena
POÉTICA: AVENTURA Y LEYENDA La palabra es río y se demora en el aire como un pájaro. Aves y peces son de un mismo linaje,
pertenecen a lo hondo. Ay, yyo sólo miro el agua, el agua
que tiembla. El aire. En las manos
el aire.
NOMBRAR TODO DE NUEVO Con las cosas por hacer
siento que me llamas. Es del aire tu voz, clara, leve, como el trigo. A la vida te asomas para que olvide la noche,
el frío, para que aprenda a morir de otra manera, amor,
de otra manera.
LA PALABRA: LA BELLE DAME SANS MERCI Soy quien pervierte a las hijas del rey. Soy un
muchacho,
una muchacha, una alegre picadura, cualquier
cosa. Las embriago en la sombra con silencio de aljibe
o con un rumor de pozo, para que enjoyen con blancas flores diminutas su frente celeste. Me gusta verlas bailar a mi alrededor,
girar bajo exultante s trinos como estrellas de oro, y sentir que para su sed toda la lluvia no basta. Así late la luz. Así acude la noche. Tienen empapados de amatista los ojos y oscuras alas de sirena y para que no olvide, entre derramada fruta
me ofrecen otra vez el Paraíso. Las amo, no ha de volver la mañana, las amo
tanto; son la ruta que ancla las islas del alma y en primavera, a pesar de la nieve, saben alegres canciones de cerezas y verdes campos de cebada.
Tendremos mil hijos; no vivo en vano.
Manuel Salinas