Dime, corazón,
¿Por qué si pensabas marcharte
no te llevaste tus huellas?
Me arrebataste tus pasos,
pero has dejado
tiradas por el suelo
cada una de sus pisadas.
Como estela sin barco que la preceda,
que condena a un vagar eterno a quien la persigue...
Y hay noches
en que no puedo
evitar perseguir fantasmas
de luciérnagas por el pasillo,
soñando que me conducen
al seguro amarre de tu cintura.
Aunque sé
que esos restos de naufragio con que tropiezo
son tan solo el vestigio impalpable y abandonado
de aquella frágil crisálida
que nunca llegó a ser mariposa…