Revista Diario

Marcas

Publicado el 26 abril 2010 por Karmenjt

-   Mi hija me ha pedido unos pantalones de Tommy Hilfiger.

Estamos en una terraza tomando una café y haciendo tiempo hasta que empiece Alicia en el País de las Maravillas. La conozco desde hace casi diez años, cuando nuestros hijos se hicieron amigos en el colegio, y de acuerdo con la ideología de la que siempre ha hecho gala espero que la frase acabe en un …y yo le he dicho que se olvide.

Pero no. La frase acaba con un … y supongo que acabaré comprándoselos, le hace tanta ilusión… el conjunto se completará con ropa interior Calvin Klein (porque otra niña de clase la lleva toda de esa marca).

-   ¿No hablarás en serio? Si empiezas ahora a consentirle en las marcas vas vendida.

Pero su cara de “tampoco es tan grave” me deja sin ganas de rebatirla. Últimamente son demasiados desencuentros en el tema hijos, tema que es casi exclusivo de nuestras conversaciones para mi desesperación.

Y es que lo de las marcas me puede. Me acuerdo en el instituto cuando se pusieron de moda los Levi´s y los chavales se metían la camiseta justo por la zona de la etiqueta para que se viera. A mí y a mis tres hermanos nos hacía la ropa mi madre (que nos daba la revista Patrones para que eligiéramos cada temporada), y tampoco fardaba de colección exclusiva.

En más de una ocasión, en la cola de caja de alguna tienda de ropa, he presenciado el bochornoso espectáculo del maltrato psíquico y verbal de alguna adolescente hacía su madre ante la negativa de esta a arruinarse pagando ropa, y en todos los casos acababan cediendo y sacando la tarjeta. Era como un berrinche de un niño de dos años ante un capricho negado pero con más mala leche. Sin dejar de sentir compasión por ellas (las madres, por supuesto), tengo la firme convicción que ese tipo de “tontería” se puede atajar antes de que se convierta en costumbre.

Y ya no es que me lo pueda permitir o no. Es que me parece una absurdez elegir las cosas por el logotipo. Tampoco discrimino porque lo sean, reconozco que hay marcas con un diseño que no tienen otras, pero por norma general simplemente no me fijo. Mis gafas son de una marca impronunciable (a mí me da que se comieron vocales al ponerla) y yo ni me había enterado hasta que me tropecé con unas zapatillas carísimas que tenían el mismo logo grabado en todo el talón. Simplemente fueron las que más me gustaron entre la veintena que me sacaron. Que esa es otra, hay veces que es tan ostensible que a pesar de gustarme la forma o el color he pasado de alguna prenda por no llevar la publicidad puesta.

No sé como acabaran mis hijos, por ahora al de doce años solo le interesa que los pantalones tengan bolsillos para poder andar con las manos metidas en ellos y llevar sus libretitas de dibujar. Y a mi hija donde haya un vaquero que soporte todas sus caídas y volteretas que se quiten los modelitos. Así que teniendo en cuenta que a veces me he encontrado con que la fila que forman los niños antes de entrar en clase parecía más un desfile de modas (hablamos de un colegio público de barrio de clase media), me alegro un montón que mis hijos sean un poco desaliñados.

Ganarán un montón de tiempo a la hora de salir de casa.

Ah! Y la película estuvo genial.


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