Un señor entrado en años iba caminando por la calle. Eran las cinco de la tarde, tenía toda la tarde de estar caminando. De pronto escucho que dos personas le gritaban del otro lado de la calle, eran dos jóvenes que con rostro serio le gritaron de nuevo, el volteo a verlos, no reconoció a ninguno de ellos por lo que siguió su camino.
Los jóvenes, al ver que no se detenía, empezaron a cruzar la calle para alcanzarlo, él, al ver su movimiento, empezó a caminar con más prisa, hasta intentar correr, pero no se lo permitieron sus ancianas piernas.
Los jóvenes lo alcanzaron, cada uno lo tomo de un brazo, el anciano, al sentirse atrapado, empezó a gritar pidiendo auxilio. Ellos intentaron callarlo, pero el instinto de supervivencia del veterano era mayor que los vanos intentos de silenciarlo. Uno de ellos tomo su móvil e hizo una llamada, mientras su compañero seguía con los intentos de callarlo.
La desigual pelea hizo que se empezaran a juntar gente a su alrededor, gritándoles para que dejaran al anciano quien no paraba de gritar. Los jóvenes, al ver como se empezaba a juntar la gente, empezaron a caminar, jalando al viejo por los brazos. Él se rehusaba por lo que lo llevaban con los pies arrostrando, y no paraba de gritar.
Varios espontáneos se armaron de valor y enfrentaron a los jóvenes, exigiendo que soltaran al anciano, otros más se sumaron a los imprevistos defensores, quienes se los quitaron de la manos, sentando al anciano en el suelo mientras sometían a los secuestradores.
Estaban en medio de la trifulca cuando llego una camioneta, de la que bajaron una pareja madura. El hombre les grito a la gente que soltaran a sus hijos mientras la mujer se agachaba con el anciano a quien le decía - Papa ¿En dónde habías estado? Tenemos todo el día buscándote, estaba muy asustada pensando que te había pasado algo - Mientras lo abrazaba llorando desconsoladamente.
El viejo la veía, con una mirada perdida, sin saber quién era ella, sin reconocerla. De pronto hizo el intento de pararse, no recordaba cómo había llegado ahí, ni quien era la que tenía enfrente. Lo único que sabía era que se le hacía tarde para pasar por su pequeña hija al colegio, porque su esposa le había avisado que no iba a poder ir a recogerla.
La hija, cuando vio que intentaba pararse su padre, lo soltó. El viejo se paró, hizo un intento de moverse, pero de nuevo se quedó quieto. El rostro lloroso de su hija se le hizo conocido, extendió una mano para tomar las manos de su hija y con un susurro de voz le dijo - ¿Margaret?- La hija, al escuchar el nombre, se abrazó a su padre, llorando profundamente, al haber escuchado de labios de su viejo... El nombre de su fallecida madre.