Aquella carta, ciega en un principio como su cita, habría de traer a la vida de la joven Margo la revolución que ella esperaba, y así comenzó una historia que a día de hoy continúa y continuará, si el destino la sigue velando. En las cartas escritas a mano, la letra habla mucho de su puño; también de su carácter, de su corazón y de su palabra de honor, sugerida entre líneas. La entonces secretaria lo sabía bien y así saldría al encuentro de su futuro, acomodado en la columna de una calle para nada cualquiera.
La Niebla de Los Remedios alojaba los deseos de progreso del chaval enamorado, y atestiguaba su lucha interna por robarle minutos al estudio, sin embargo siempre pudo más ella que ninguna otra idea existente, y es que cuando el amor te estaquea al estilo Cortázar, poco puedes hacer más que rendirte y declararte preso voluntario, unir las muñecas y arrastrar el camino…
Lucha, trabajo, novedades, avances, paseos de antiguos novios (prohibido viajar), palabras de amor y al fin, una promesa de eternidad sellada en aquella Iglesia llamada de Las Flores, y sita en una calle con nombre de autora: toda una declaración de intenciones, que las casualidades no existen. Y familia, y más lucha, trabajo, novedades, avances, paseos de a cuatro y la vida de color casi rosa…
Pero tal vez llegados a este punto y seguido con sabor convencional, quede lo mejor de Margo por escribirse. Y también tal vez, si es capaz de superar algún enemigo interior y vencerse, sea ella quien lo escriba.
¿Apostamos?