Revista Literatura

María José Millán y su "Opera Prima"

Publicado el 25 noviembre 2012 por Anabels @Reboig
Tengo el gusto, la alegría y la satisfacción de publicar en este blog el primer relato que mi buena amiga Mª José Millán se atreve a compartir con los lectores. Llevamos, juntas, una andadura interesante en torno a los misterios de la creación literaria y puedo decir que Mª José atesora un caudal de palabras y de sentimientos que están deseando tornarse relatos. Mientras esperamos que se decida a publicarlos, aquí va una primicia. ¡Que lo disfrutéis!...

EL MEDALLÓN PERDIDO     
Rebeca y su hermano Pablo habían vuelto al pueblo de sus abuelos a pasar el fin de semana. Acababa de empezar la primavera y el paisaje rebosaba de aromas y colores.
Por fin iba a volver a ver a Carlos. Se habían conocido durante el verano y se hicieron más que amigos. En navidades empezaron a salir. Carlos era un chico del pueblo que vivía con sus tíos desde que sus padres fallecieron en un accidente de tráfico. Hacia más de diez años, aunque los echaba de menos. Últimamente tenía problemas con los estudios, se saltaba las clases, suspendía asignaturas y todo ello empeoraba la relación con su tía. Clara era la hermana mayor de su madre y, aunque no había tenido hijos, quería a Carlos como si fuese suyo. De un tiempo a esta parte su relación se había resentido y todo eran problemas, su marido y ella no sabían que hacer para volver a conectar con su sobrino.
-¡Rebeca, hola! ¡Qué alegría de volver a verte! Estás preciosa como siempre. ¿Qué tal, Pablo, cómo va?-Bien,  Carlos.  ¿Y tú por aquí alguna novedad?-Pues sí, mañana si os parece he organizado una excursión a las afueras del pueblo para enseñaros la cascada y el pequeño lago. Pasaremos todo el día fuera, será divertido
Carlos informó a sus tíos que pasaría el día fuera de casa con sus amigos, que los llevaría a la cascada, Clara le pidió que tuviesen cuidado y no volviesen muy tarde. Al llegar, dejaron las bicicletas en un claro cerca del lago. El paisaje era precioso: los tonos verdosos, irrumpían por doquier, también había matices ocres y amarillentos.  El agua clara de la cascada que rugía de forma ensordecedora, para sosegarse en un remanso de paz en el lago azulado y transparente. El aire desprendía un olor especial gracias a los matorrales de tomillo y lavanda que crecían en las rocas las cuales parecían trepar hacía la ladera de la montaña.
-¡Carlos es precioso!........... -comentó Rebeca fascinada.
-¡Ostras! Si que bonito y relajante -comentó Pablo.
-Pues aún falta lo mejor -les dijo Carlos misteriosamente.
Y así fue como Carlos con una sonrisa, empezó su relato referente a la antigua historia que comentaban en el pueblo. Los más ancianos hablaban de una gruta escondida detrás de la cascada de la cual no  regresaba el que entraba. Pablo se burlo y pidió que no contara trolas. Carlos, para no quedar en mal lugar delante de Rebeca, les convenció para comprobar si era verdad o no.
Anduvieron y escalaron un buen trecho montaña arriba, aunque había un sendero fácil de seguir. Cuando se quisieron dar cuenta estaban detrás de la cascada. El agua caía estrepitosamente y casi no podían oírse entre ellos. Pablo que siempre iba despistado, se sentó a descansar en una piedra cubierta por la maleza. Empezó a sentir un soplo de aire fresco detrás de su espalda. Carlos se atrevió a adentrarse y, sin esperárselo encontró la entrada a la gruta detrás de unos hierbajos.Los tres decididos, a salir de dudas se internaron en la cueva, pero Pablo era el más  reticente que incluso se ofreció a esperar fuera, aunque lo pensó mejor y los siguió. No tenía claro si le daba más miedo averiguar que había allí o quedarse solo en aquel paraje.
Con sus linternas en mano, fueron hacia el interior. Todo era muy oscuro y había un fuerte olor a humedad. Casi ya estaban decididos a volverse, en vista de que no descubrían nada, cuando una luz cegadora apareció frente a ellos. Rebeca, del susto, tropezó y se torció un tobillo. Aquella luz los envolvió y cuando volvieron en sí, se encontraron tumbados en un prado. A sus espaldas había una enorme montaña, delante se veía un precioso pueblecito que les resultó muy familiar.
-¿Rebeca, cómo estás? -Bien Carlos, no te preocupes. Me duele un poco el pie, tengo un rasguño, ¿pero……… dónde estamos?
-Ya os lo dije yo que sería mejor no entrar y ahora qué ............. ¡Ya no volveremos nunca a casa!  -Empezó a lamentarse Pablo.-Tranquilos –Carlos intento calmar a sus amigos- iremos al pueblo y averiguaremos dónde estamos, no te pongas nervioso Pablo. Seguramente hemos salido por el otro lado de la gruta, tan solo será necesario volver a encontrarla y regresaremos, ya lo veréis.
Llegaron al pueblo, después de andar un buen trecho. Les sorprendió  que la gente fuese vestida tan rara. Buscando un hospital, encontraron una casita donde había un cartel que ponía Médico. Llamaron, les abrió una joven, que dijo llamarse María. Comentó que era la enfermera y que el doctor había salido. Ella misma curó a Rebeca y le puso un pequeño vendaje. Comentó que era un simple rasguño y que estuviesen tranquilos. La dejaron descansar acompañada de Pablo. A Carlos le había llamado la atención el medallón que llevaba María. La enfermera y el joven salieron al jardín.
Empezaron a charlar, él le explico como llegaron allí, de dónde venían y ella no entendía nada, ¿venían del futuro? Eso era imposible aunque notaba algo especial por aquel muchacho, y Carlos, a su vez, estaba tranquilo y muy a gusto en su compañía. Le explicó los problemas que había tenido en los últimos meses, porque ella le inspiraba seguridad y confianza. Se atrevió a preguntar por el medallón, que desde el principio, le había atraído. Ella le contestó que había sido un regalo de su hermana mayor. La piedra era un cuarzo rosa, que simboliza el amor y la amistad y da paz interior a su propietario. A Carlos el tiempo le pasó volando en su compañía. Hablaron de muchas cosas, estaba muy a gusto a su lado.
María en un gesto espontáneo, se quitó el medallón y le dijo que se lo regalaba, a ella le había ayudado mucho y ahora le tocaba a él. Carlos no podía aceptarlo porque se habían conocido hacía unas pocas horas. No le dio tiempo a reaccionar y se encontró abrazado por ella y recibiendo un beso en su mejilla.  Una oleada de amor, paz y tranquilidad lo envolvió.
Se despertó al oír a sus amigos que lo llamaban:
-Carlos, venga despierta,  chaval te has quedado dormido después del chapuzón y la comida. Tenemos que volver a casa –le decía Pablo mientras lo despertaba.
¡Cómo!..... ¿Un sueño?..... No podía ser, reflexionaba Carlos, ellos habían encontrado la gruta y habían entrado. María le había dado su medallón, eso si que era real: lo tenía en su bolsillo. No se atrevió a decir nada a sus amigos y guardo el secreto.
Al llegar a casa de sus tíos, Clara lo estaba esperando intranquila. Confuso y nervioso, corrió hacía ella y se lanzó a sus brazos. Y, apresuradamente, le relató todo lo sucedido. Carlos le pidió perdón por los malos ratos que le había hecho pasar últimamente. Ella no daba crédito a lo que estaba escuchando “¿que le pasaba al muchacho?” Cuando su sobrino sacó el medallón, los ojos  de Clara se inundaron de lágrimas: - Es el regalo que le hice a mi hermana María en una fecha muy especial. ¡Creía que estaba perdido!
     Septiembre 2012.  

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