La directora argentina Marilú Marini habló con DW sobre su puesta en escena en Berlín, con la actriz Érica Rivas, de la obra basada en la novela «Matate amor», de Ariana Harwicz, que arrasa con el ideal de la maternidad.
La actriz argentina Érica Rivas (izqda.) y la directora de la obra teatral «Matate amor», Marilú Marini.Imagen: Sebastián FreirePor Cristina Papaleo
DW: Usted tiene una destacada trayectoria como actriz de cine y teatro, y desde 2017 como directora. Esta obra se estrenó en Argentina en 2018. ¿Cómo nació la idea de traer a Berlín su obra teatral basada en la novela «Matate amor” (en alemán, «Stirb doch, Liebling»), de la escritora argentina Ariana Harwicz?
Marilú Marini: Fue sobre todo una idea que partió del deseo de hacer conocer esta obra en Europa. La hemos hecho en Madrid, en los Teatros del Canal, y Berlín es la segunda ciudad europea en la que este «Matate amor” va a abrir los ojos a un público que no es porteño. Berlín es un crisol de culturas y tiene un movimiento cultural y teatral de una energía enorme. Y hay algo también inexplicable en este deseo, que tal vez venga de un enamoramiento de la actriz Érica Rivas de esa ciudad. Y por mi parte, mi madre era alemana, de Prusia Oriental. Emigró después de la Primera Guerra Mundial, y llegó a Argentina a los 18 años.
Pienso que en Berlín hay una apertura y una necesidad de romper estructuras. Pude palpar muy de cerca el interés del público alemán por la cultura y hacia el teatro. En Berlín hubo un florecimiento que dio lugar a corrientes culturales muy fuertes que han teñido el tejido cultural europeo. Y en «Matate amor” hay algo de un salvajismo, de un personaje que está fuera de lo estipulado, fuera del mandato patriarcal y capitalista, y eso es también algo que tanto Érica como yo queríamos mostrar en esa ciudad.
El personaje de la obra derriba los estereotipos de cómo «debería» sentirse una mujer al tener un hijo. ¿De qué modo hace llegar usted la trama de esta obra a un público alemán?
Pienso que el público alemán necesita, por su historia y por su situación, y justamente porque la estructura cultural es tan fuerte, agrietarla, y, a través de esas grietas, ver otros paisajes, otras posibilidades.
En esta obra nosotros no damos la respuesta o la receta de cómo hacer, de cómo llegar a esa otra estructura, lo que se lanzan son preguntas, son otros caminos, otras escenas. Pero no se plantea qué es lo que debería ser. El personaje de esta mujer está en búsqueda de ella misma, de apropiarse, de tratar de definirse. También es una mujer que está formándose como artista, que se está creando como autora. Hay algo en ella que no está acabado. No es piedra ya tallada, es piedra tallándose, es arcilla haciéndose Y eso implica también un espectador que no sea pasivo y no reciba una orden o un esquema a seguir, sino que se vea envuelto en una revuelta. Y yo pienso que es maravilloso que sea así, porque quiere decir que todo eso, todo lo que le está sucediendo, está vivo.
La actriz y directora argentina Marilú Marini reside desde 1970 en Francia y ha sido premiada allí y en Argentina.Imagen: Sebastián FreireEl texto, el discurso de la protagonista es de una gran intensidad, una narración donde el aspecto salvaje del ser humano y la unión con la naturaleza están muy presentes. ¿Fue difícil reflejar esa intensidad en la puesta en escena?
No, porque contábamos con ese texto donde estaba ese salvajismo y esa intensidad presente. Y yo como directora contaba con una actriz como Érica Rivas, que es capaz de llegar a esas zonas, que no tiene miedo de meterse en esos lugares humanos donde existe ese abismo, esa densidad, esa pregunta. Y sobre todo tener la valentía de no cerrar la pregunta, sino de abrirla, de seguir en el camino, de internarse en el bosque.
Cuando ella capta la mirada del ciervo que la mira, por ejemplo, él es el único ser que la identifica. El bosque es muy importante en la cultura alemana. En los cuentos de mi madre aparecía siempre, con los gnomos, las criaturas fantásticas. En el teatro en Berlín, que es un teatro cerrado, a la italiana, se proyectan imágenes del bosque. Ese bosque somos nosotros mismos. Es un misterio a descifrar y, al mismo tiempo, un lugar que no conocemos totalmente, pero que nos da una identidad.
El texto de la novela es, por momentos, un monólogo al estilo del personaje de Molly Bloom, en el «Ulises” de Joyce. El lenguaje arrasa con toda idea de felicidad por la llegada de un hijo. ¿De qué modo logró reflejar ese fluir casi ininterrumpido del texto en su obra?
Justamente, dándole lugar al texto, no solemnizándolo. Desdramatizándolo y haciéndolo carne. Y dándole espacio al humor. Un humor terrible, un poco beckettiano, esa posibilidad de reírse de una mismo y de las situaciones difíciles y terribles por las que uno pasa. Molly Bloom cierra un círculo. Este está abriéndose. Y esta protagonista no tiene nombre. Se trata de sacar a la mujer del rol convencional de la madre, como si ese fuera un estado estático de felicidad total, de levitación mística. No es así. El cuerpo duele, el cuerpo cambia con la maternidad, de eso también habla la novela de Ariana Harwicz. Borremos esa marca a fuego del mandato patriarcal de cómo tiene que ser: la maternidad es multiforme, estamos en un estado de fragilidad, no de beatitud, sino muy demandadas por el amor, por el dolor, por la angustia, por la rabia, por la necesidad incluso hasta decir: ‘Quisiera que mi hijo no existiera. ¿Dónde estoy yo?’.
Marilú Marini y Érica Rivas trajeron a Berlín la obra «Matate amor».Imagen: Sebastián FreireEl deseo de la protagonista por otro hombre, u otros hombres, aparece con fuerza para destruir todas las normas, y ella hasta abandona a su hijo. ¿De qué modo es representado el deseo femenino en su puesta?
El deseo es un motor de búsqueda para la protagonista. ¿Por qué una mujer que acaba de parir tiene que renunciar al deseo? Cuando ella va al bosque sola, no va del brazo de nadie, pienso, justamente para salir de la tutela patriarcal. Es un camino que elige tomar sola.
La protagonista es una mujer deseante en situación de maternidad. Socialmente se considera hasta pecaminoso que una madre tenga deseos sexuales, y que puede tener otro amor distinto al que tiene por su hijo, y ni siquiera referido al padre de su hijo. Las mujeres estamos designadas para procrear, para que la sociedad se alimente y para que haya una continuidad de ese legado. Si una mujer rompe esas reglas, es una disidente peligrosa. De ahí también la gran cantidad de femicidios que hay y ha habido durante la historia porque hay mujeres que no cumplen con esos mandatos. Todavía un alto porcentaje de personas tienen prejuicios contra las mujeres ocupando altos cargos. Son muchos siglos de sometimiento.
Pero la trama no es la de una depresión posparto, que sabemos que existen, sino que esta mujer es también una artista, se trata del nacimiento y la búsqueda de una artista, de alguien que tiene algo que decir, algo que expresar.
El título de la obra, «Matate amor”, no solo es un llamado a que se mate -a que deje de existir- el marido incomprensivo, y hasta a que desaparezca el entramado familiar y social que la juzga, sino que también podría interpretarse como un llamado a matar al amor romántico.
Nos han maniatado muchísimo con ese amor. Uno deja pedazos de sí mismo en el amor romántico. Es una situación un poco crística. Lo que estamos viendo es que necesitamos que las dos personas estén vivas, considerándose la una a la otra. Basta de ese amor de cuento de hadas.
La actriz y directora argentina Marilú Marini nació en Mar del Plata, Argentina, en 1940 Tiene una importante trayectoria en su país y también en Francia, donde vive desde 1970. Fue condecorada por el gobierno francés con la Orden de las Artes y las Letras y también ha recibido premios en Argentina.
- La obra «Matate amor» («Stirb doch, Liebling») podrá verse en castellano con subtítulos en alemán en dos únicas funciones el 1 y 2 de Julio en el Monbijou Theater de Berlín.
- DW
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