Mario Vaquerizo se ha convertido en estos últimos tiempos en un soplo de aire fresco para la televisión de nuestro país. Afortunadamente se casó con Alaska, Olvi, y eso impide que su estrella brille tanto que ciegue a los que tiene al lado. Su mujer es un mito de la música y la cultura española y él no sólo brilla por sí mismo sino que con este libro se quita el estigma de tarado y cervecero que muchos envidiosos le han colgado.
El título del libro es un verso de una canción que compuso el genial Nacho Canut para las Nancys Rubias. Mario logra con estas páginas demostrarle a muchos que es periodista, que sabe redactar perfectamente y que engancha al lector con sus historias. El libro es una especie diario biográfico gracias al cual podemos conocer más a la persona que al personaje y más al profesional que al "marido de".
Este híbrido perfecto entre Paul Stanley (al que homenajea en la portada) y Joey Ramone fue también el típico chico gordito que se convirtió en cisne con el paso del tiempo. La muerte de su hermano y de su amiga Susie Pop, su amor por Andy Warhol, sus gustos personales, su frivolidad, sus amigos, su dieta y, en definitiva, la tramoya sobre la que se sostiene sale a la luz para que todos conozcamos cómo ve la vida Mario e incluso para ayudarnos a preguntarnos por qué no la vemos como la ve él.
Gracias a una autoentrevista, artículos periodísticos sobre distintos temas y una pregunta de cada uno de sus amigos podemos hacernos a la idea de cómo es Mario en su día a día y qué espera de la vida en un futuro próximo. La fórmula es más que válida y en algunos casos heredera de los libros de las estrellas del rock que idolatra el protagonista.
Una vida llena de música, ruedas de prensa, viajes en furgoneta, compras casi compulsivas y un más que curioso rechazo a todo lo digital y tecnológico es la vida diaria de un mito que tras años de trabajo ahora está recogiendo los frutos del éxito que se ha ganado él mismo. Un genio que si fuera americano ya nos sabríamos hasta la talla de sus slips pero que al ser madrileño pues seguirá siendo para algunos "un colgao". Peor para ellos. Recomendable.