Revista Talentos

Marioneta del destino (3)

Publicado el 11 febrero 2014 por Tiburciosamsa
De regreso a Agra, Humayun recibió el consejo de que abandonase el Hindustan y marchase hacia Lahore. No había posibilidad de levantar un nuevo ejército para hacer frente a los afghanos que pronto cruzarían el río y atacarían. Humayun hizo caso del consejo cogió a su familia y su tesoro e inició la retirada hacia el noroeste.

En Lahore se reunieron los hermanos. Aunque todos querían preservar el poderío mogol, sus intereses eran demasiado divergentes como para que pudieran consensuar un curso común de acción. Kamran era ahora quien tenía más recursos a su disposición y temía que Humayun pudiera querer arrebatarle sus posesiones de Kabul para compensar sus pérdidas en el Hindustán. Los hermanos se separaron sin haber logrado acordar ningún plan. Humayun optó por marchar hacia el Sind, donde gobernaba su pariente Shah Husain Mirza de forma prácticamente independiente. Marchó hacia allí sin ningún plan claro en la cabeza, simplemente movido por la consideración de que a alguna parte tendría que marcharse. Husain Mirza le acogió con las ganas que uno puede imaginarse. Teóricamente era su señor y entre mogoles uno nunca podía fiarse cuando las cosas del poder estaban en juego. Humayun le pidió ayuda para reconquistar Gujarat y Husain sin negársela ni dársela, estuvo seis meses mareándole la perdiz. De ese período lo único que sacó Humayun es que conoció y se enamoró de la joven y bella Hamida, que sería la madre de su hijo, el gran Akbar, el emperador más notable de la dinastía. Siguieron meses de vagabundear sin un destino ni un objetivo claros. El estatus de Humayun era incierto, a medias rey en el exilio y a medias un proscrito. Viajaba con un séquito que se iba reduciendo a medida que sus seguidores perdían la esperanza y le abandonaban. Tenía tan pocos bienes que debía pedir prestado o recurrir a artimañas para hacerse con los bienes que los emires (teóricamente sus súbditos) trataban de ocultarle. Finalmente Humayun se convenció que tenía el mismo futuro en la India que un licenciado universitario en el mercado laboral español. Abandonó el subcontinente en 1543 y tomó el camino de Afghanistán. Sus hermanos tenían tantas ganas de acogerle como de sufrir de hemorroides. Humayun decidió escribir al Shah de Persia para pedirle ayuda y, estimando que estar cerca de sus hermanos era lo más peligroso que podía hacer, se internó en Persia antes incluso de haber recibido la respuesta del Shah.El Shah le recibió con los brazos abiertos. Un rey puede tener joyas, puede tener concubinas, puede tener caballos, pero ¿cuántos reyes hay que puedan decir que tengan un emperador exiliado, y más uno de la ilustre casa de los timúridas? De pronto el prestigio del Shah había subido varios enteros. Durante un año Humayun disfrutó de la hospitalidad del Shah Tahmasp. Durante ese año el único incordio fueron las intimaciones del Shah a que se convirtiera al shiísmo. A ese incordio se unieron más tarde las intimaciones a que se volviera a la India y recuperara su Trono. Y es que los invitados y el pescado a los tres días huelen aunque se trate de emperadores. Humayun seguro que le dijo: “¿Y no me puedo quedar un poquito más?”, pero el Shah lo tenía tan claro que le proporcionó 12.000 soldados de caballería para que recuperase su Trono y le dejase tranquilo. En el verano de 1545 Humayun se puso en marcha. Le arrebató Kandahar a su hermano Askari  y ahora que la fortuna le sonreía, sus familiares y los emires se acordaron de que le querían muchísimo. De pronto Kandar, que llevaba años gobernando Kabul, se encontró sin partidarios y tuvo que salir echando leches rumbo al Sind. Los próximos años Humayun los pasaría peleándose con sus hermanos e increíblemente sería él, el incompetente de Humayun, el que saldria vencedor al final. Askari fue capturado y Humayun le mandó a hacer la peregrinación a la Meca, que era la forma suave que tenían los mogoles de decir que te fueras a la mierda y no volvieras a dar la lata. Askari moriría en su exilio mecano en 1558. Hindal murió en una escaramuza nocturna con Kandar. Kandar terminó cayendo en manos de Humayun en 1553. Sus consejeros le recomendaron que le rebanase el pescuezo, que eran muchos años de dar por culo. Humayun que se acordaba de las palabras de su difunto padre en su lecho de muerte, fue magnánimo: se limitó a dejarle ciego. El propio Kandar reconoció que había sido un capullo y que se lo merecía. Marchó en peregrinación a La Meca, que ya sabemos lo que quería decir, y allí murio en 1557.En noviembre de 1554 Humayun se puso en marcha con 5.000 hombres para recuperar la India. Normalmente hubiera debido fracasar, pero nuevamente el destino habia decidido obrar de las suyas. Sher Khan, el que le arrebató el trono de Delhi, era un gobernante prudente, riguroso, eficaz y buen administrador. Habiendo realizado su sueño de conquistar el Hindustán a los 45 años, sentía que lo había conseguido un poco tarde, que el tiempo se le acababa. Teniendo en cuenta la esperanza de vida de la época, incluso la de los reyes, sus temores estaban justificados. No obstante, el destino había decidido jugar con él y la Parca se lo llevó de una manera bastante chorra.El 22 de mayo de 1545 Sher Khan estaba asediando el fuerte de Chitor. Aquella mañana había salido a las trincheras a ver cómo lanzaban proyectiles contra los muros del fuerte. Un cohete de los que lanzaron, rebotó y fue a explotar a dos pasos de donde estaba Sher Khan. Sher Khan murió unas pocas horas después víctima de las quemaduras.Le sucedió su hijo Islam Shah, que era igual de cabroncete que el padre, pero sin la mano izquierda ni la visión a largo plazo. No obstante, era lo suficientemente inteligente como para saber gobernar el país. Humayun no hubiera tenido nada que hacer contra él. Pero el destino seguía estando juguetón. Mientras Humayun iniciaba su marcha desde Kabul, una enfermedad fulminante se llevó por delante a Islam Shah. Murió el 22 de noviembre de 1554.A Islam Shah le sucedió su primo Mubariz, que subió al Trono con el nombre de Adil Shah. Por cierto que para subir al Trono tuvo que contornear un pequeño obstáculo: su sobrino Firuz Khan, que era hijo de Islam Khan y tenía doce años. Contorneó el obstáculo como se hacían esas cosas en las cortes indias: le rebanó el pescuezo delante de su madre. Pertenecer a una familia real en la India moderna era una profesión de alto riesgo. Adil Shah se dedicó a la buena vida y dejó las riendas del gobierno en manos de Hemu, un hindú de casta baja y gran inteligencia. La elección fue muy buena: ni por raza ni por religión podia soñar en usurpar el Trono. Y así mientras Adil Shah se refocilaba y mataba un poquito aquí y allá, Hemu gobernaba y el imperio levantado por Sher Khan se iba descomponiendo paso a paso. La reconquista del Hindustan fue curiosamente fácil. Sí, reconquistarlo le costó mucho menos de lo que le había costado perderlo quince años antes. El Punjab apenas se le resistió, ya que su monarca, Sikandar Shah,  estaba en Delhi luchando contra su primo Ibrahim. Sikandar no logró reaccionar a tiempo y fue derrotado junto al Sutlej. El 23 de julio de 1555 Humayun entró en Delhi sin encontrar resistencia. Humayun pasó el resto del año refocilándose e ideando chorraditas para gobernar su imperio. A comienzos de 1556 empezaron los preparativos para trasladarse a Delhi. Pero Humayun se quedó un poco más en Delhi. El 24 de enero, que era viernes, la aparición de Venus iba a ser especialmente afortunada y Humayun no se la quería perder. Humayun la contempló junto a sus astrónomos en el tejado del palacio. Tras un rato de contemplación, se retiró a sus aposentos. Al bajar las escaleras, que eran estrechas, se pisó la túnica y terminó de bajarlas en un tiempo record. La pena es que lo primero que tocó el suelo fue su cabeza. Después de dos dias semiinconsciente, murió el 26 de enero de 1556.

Tantos esfuerzos para recuperar su imperio y terminar así. Realmente el destino había mostrado con Humayun que su sentido del humor es bastante peculiar. 

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