en el cerebro de marilyn monroe martillea una
y otra vez un verso del poema que garabateó meses
un reloj marca las veintidós horas diez minutos
del día cuatro de agosto del sesenta y dos y espera
recostada en la cama, que agentes de los servicios
secretos ejecuten la pena de muerte
fue declarada culpable del delito de violaciones múltiples
que perpetraron sobre su cuerpo y espíritu uno tras otro,
james dougherty, yves montand, frank sinatra, los kennedy,
elia kazan, marlon brando o tony curtis
en el instante preciso en que el verdugo aplica
la dosis letal, cierra los ojos y por última vez recuerda,
tal vez con ternura, a joe dimaggio y arthur miller