Cerramos el ciclo de trabajos presentados bajo el título de El tiempo poético con el que porta el título de Más allá de la función poética, en forma de conclusión; y todo para el blog Ancile, incluido en la sección del mismo intitulada Pensamiento.
MÁS ALLÁ DE LA FUNCIÓN POÉTICA
QUE NUMEROSOS RASGOS poéticos no se desprendan, no sólo de la ciencia del lenguaje, sino del conjunto de la teoría de los signos, es decir, que aquellos puedan ser válidos para el arte del lenguaje y también para el de otras artes que configuren (con signos) buena parte de su estructura y funcionamiento estético y artístico, me parece cuestión esencial, mas, también es necesario reconocer que el reduccionismo de la función poética a la poesía -como fenómeno literario- exclusivamente, o, viceversa, la de confinar la poesía -como fenómeno literario- a la función poética exclusivamente, puede ser una simplificación errónea por excesiva. De cualquier forma nadie vaya a poner en duda que el concepto de función poética conseguirá constituir un aporte determinante para estructurar con solidez suficiente la «inmanencia y la objetividad del método aplicado al estudio de la obra literaria», pero nosotros, como adelantábamos anteriormente, queremos dar un paso más allá respecto a lo que la poesía sea. Su realidad literaria no es tema que pretendamos en este instante cuestionar, pero sí que deseamos indagar pensando (o conjeturando tan sólo en este momento de pasada ), por qué entendemos que existe un reduccionismo entorno al fenómeno poético, el cual no hace sino marcar líneas de confusión respecto a aquel espíritu objetivado que incitara a Vossler, Leo Spitzer o Amado Alonso en sus análisis estilísticos, sin pretender, cuando mucho, marchar al lado de sus hipótesis trascendentalistas; tampoco cuestionar la construcción objetiva (el poema) como objeto inicial de análisis e interpretación. Ahora bien, si partimos de una de las propiedades intrínsecas de toda poesía verdadera: la ambigüedad, podremos indagar acaso más profundamente. Si la referencia (la denotación) se vuelve del todo ambigua en poesía, no creemos que el principio de equivalencia, aun siendo fundamental para la explicación lingüístico-literaria de la poesía, no creemos, decimos, que agote totalmente ni la dinámica ni el ser de la poesía. Es esta posición nuestra algo delicada en tanto en cuanto tampoco pretendemos negar la magnífica integración sistemática de aquel principio de equivalencia, sino por todo lo que la poesía pueda influir o extenderse más allá del fenómeno puramente lingüístico. De hecho, y sin entrar en detalles que, por evidente falta de espacio (y tiempo) en esta exposiciónnos limitan, diremos, o mejor, pasaremos sólo de puntillas, sirviendo esta reflexión sólo de apunte para un posterior y más amplio desarrollo: si bien la obra poética viene a representarse verticalmente, atendiendo a sus diferentes niveles: fonético, fonológico, sintáctico, prosódico, semántico... no negamos las relaciones que configuran los sistemas de equivalencia, los cuales pueden ofrecernos en su análisis el aspecto de un conjunto cerrado. Nuestra propuesta crítica radica en la contemplación de la poesía más allá de la visión unívoca refleja en este o aquel poema, los cuales responderán casi siempre a las condiciones señaladas por el celo profesional del lingüista, acaso hablamos del fenómeno en sí que anima al poeta a plasmar verbal (y por lo tanto materialmente) el poema.
Aun sólo en su apunte, no nos parece baladí la cuestión para una mejor y mas segura comprensión de lo que la poesía significa, no sólo para el arte literario (verbal), incluso para la realización de otras artes y, por qué no, para la ideación y comprensión de cualquier otra actividad espiritual del hombre que quiera ser fiel a la realidad natural y, a sí mismo, como inevitable reflejo de la sociedad y de la cultura. Virtudes y excelencias del oficio de poeta se hacen aún más evidentes si, en el logro de su arte se figura también esa solicitud extrema que, tantas veces, hizo unoel espíritu y corazón humanos con el mundo; y si la poesía existe cuando el que escucha está ausente así veremos que aquello que sucede en su vacío es innombrable y nuevo y nunca visto, aun siendo habitual percepción de lo que, con nosotros, vive y muere esperando un mensaje sin respuesta. Si acaso indescriptible, la poesía sucede no sin providencia, si es que la naturaleza, a través del hombre, expuso todas y cada una de sus facultades de la vida en el enigma de su siempre prístina presencia.Francisco Acuyo