Revista Diario

Más allá del papel pintado.

Publicado el 01 enero 2018 por Elcopoylarueca

Más allá del papel pintado.

“No podemos decir hasta qué punto nos unimos”.
Hannah Arendt

El año pasado por estas fechas vivió su tiempo entre abetos, prados y cielos azuleados. Fue un tiempo de paz. Ahora, un año después, escucha indolente el zumbido de las moscas, el ladrido del perro atado al tronco del árbol y el tintineo producido por el camarero al colocar tan juntos los vasos. Ocupa la mesa que se ha asignado. Allí, sentado, piensa: “Bah, no es para tanto. Todo el mundo fija su mirada en algo”. Es ese maldito papel pintado lo que lo tiene atrapado. Desde que visitó el café, desde la primera vez, el papel pintado de la pared lo atrajo. Entonces no era más que una anécdota, ahora es una obsesión. Le inquieta la historia de caza que representa. Todos esos señores con sus galgos y sus escopetas echadas al hombro, esos caballos blancos, esas señoras, de fru fru de seda, vestidas de ojeadoras, siempre alertas para impedir el éxito de cualquier ensayo de fuga que intente la víctima. Una de ellas, la morena alta de ojos de víbora, no le da la espalda, lo encara; y él piensa: “Bah, no es para tanto, no es más que un paisaje coloreado”. “Cerramos”, avisa el camarero tuerto, el único que se ha percatado de que su cliente ha ido perdiendo los rasgos. “Lo siento, cerramos”, se escucha por segunda vez, esta en tonos más graves. Del hombre que llegó hace un año sólo quedan el nombre, unas manos sosteniendo una copa y unas pupilas atrapadas en una esclerótica púrpura por la falta de sueño y la implacable orden de vigilar a la mujer tostada del papel pintado. ¡A la una, a las dos, a las tres!, como en los juegos infantiles, como en los encantamientos, por tercera vez avisa el mozo: “Cerramos”. Pero esta vez su experimentado instinto hace que no se dirija a la mesa, sino a la pared donde puede verse, enroscado en el vientre de la dama, nadando en veneno de áspid, al tenaz concurrente -al tercer anuncio de Belial ha cambiado el escenario-. Ella, Eva, al sentir la mirada de él clavada en su imagen, aquella mirada que lo daba todo, que no le permitía, siquiera, mirar de soslayo al resto de los sujetos que la acompañaban, interpretó el delirio del hombre como un acto de consagración. Y lo devoró. Ahora Adán también forma parte del papel pintado de un café perdido de un pueblo sin nombre.

Más allá del papel pintado.Nota:
Estudio para el cartel Carnaval 1900, Picasso, carboncillo sobre papel verjurado, finales de 1899.


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