Magazine
Matassa 2007 y Taleia 2008
Publicado el 03 octubre 2009 por Jgomezp24Voy a seguir hablando de gente que hace vinos en tierras donde no ha nacido, de gente que se enamora de esas tieras (en el caso de Tom Lubbe, se enamora también de la hija de su anterior jefe, Nathalie Gauby) y decide poner en ellas su dinero, su capacidad de trabajo y su saber vitivinícola. Con resultados espectaculares, en mi opinión. Se me criticó que hiciera algo parecido cuando hablaba de Dominik Huber y Eben Sadie en el Priorat, pero sigo pensando que el trabajo que esta gente hace (Tom Lubbe, en el Rosselló catalanofrancés; Raül Bobet en Talarn: ahora resultará que me equivoco y Raül nació en los alrededores del Castell d'Encús: es una información que no he podido contrastar), con conocimiento profundo del entorno, con respeto hacia la tierra, con pasión, es compatible con el que hacen quienes nacieron en esas tierras. No veo intrusismo, veo colaboración y complementariedad naturales. Tom Lubbe y Sam Harrop MW querían hacer vino en Francia y tras la experiencia de Tom en Domaine Gauby, sabían que eso sólo podría pasar en el Rosselló. Dice Tom que es una de las pocas zonas de Francia donde un joven viticultor puede iniciar un proyecto sin un peso financiero insoportable. Domaine Matassa es el sueño de los tres, en una colina pedregosa rodeada de bosques (detalle importante: Tom es biodinámico y la protección de los bosques impide la llegada de productos químicos por lo menos del entorno), con esquisto y mucha vegetación mediterránea (espliego, romero, hinojo salvaje, tomillo).
Vendimias en cajas pequeñas, mosto a partir de prensado muy suave, levaduras exclusivamente autóctonas y fermentación en barricas viejas de Borgoña, por lo menos durante diez meses en el caso del Cuvée Marguerite 2007, que es el vino de que hablo ahora. Cuanto hacen no se adapta a nada (estos van por libre) y por lo tanto, nos quedamos en un modesto "Vin du Pays des Côtes Catalanes". 13% para un 50% de viognier y un 50% de muscat de petit raisin. Pálido amarillo, profundidad de la madera, oscuridad de la bodega. Frescor y austeridad son notas dominantes, con un mínimo carbónico al inicio. Tremenda mineralidad: grafito y, en posgusto, matas de espliego azotadas por el viento. Me viene a la cabeza una imagen: el armario de la ropa que perfumamos, en casa, con bolsitas de lavanda: lavanda seca y jabón de Marsella. Perfume y frescor de esta tierra. Muy atractivo y seductor. Es uno de los grandes blancos que bebo con cierta frecuencia.
Otro "extranjero" ambulante llama mi atención desde hace tiempo. Es paradójico, puede, pero sé menos de él que de Tom Lubbe. Raül Bobet (antes en Torres y ahora, también, en Ferrer-Bobet) ama el anonimato (así lo confesó en una entrevista/ cuestionario con Jordi Melendo) y jamás he tenido la oportunidad de charlar con él. Qué más da, pienso: sus vinos ya hablan por él, y eso es lo que importa. Tom y Sam (como Dominik y Eben) han encontrado la respuesta a los estragos del cambio climático en el cultivo biodinámico. Raül, sin ir exactamente por ahí (creo), sí practica el cultivo orgánico en sus viñedos de Castell d'Encús (Talarn, Pirineu de Lleida, en la DO Costers del Segre). Bobet, además del cultivo, buscaba climas más fríos en el terreno adecuado, con buena orientación y, lo más importante, una tradición vitivinícola que él resucita pero que arranca del siglo XII. 95 Ha rodeadas de bosque (sólo 23 son de viñedo), para una plantación de las variedades que Raül considera más aptas para el clima, orientación, altura (casi 1000 metros) y suelos que tiene. Sólo sé de sus métodos de vinificación lo que, de nuevo, Melendo publicó en El Mundo. Puedo imaginar prácticas parecidas a las citadas hace un momento, con especial atención a la vinificación por separado de las variedades, quizás a una maceración prefermentativa de las blancas (Ekam, que no he probado, es de albariño y riesling; mientras que Taleia es de sauvignon blanc y sémillon) y, eso sí lo dice Jordi, a una fermentación parcial en lagar de piedra. Taleia 2008, que es el vino último que me sedujo, está hecho con un corte Sauternais, sauvignon blanc y sémillon (algo anunciará eso de cara a un futuro vino dulce, digo yo).
Con 13% también, es un vino que sorprende por su poderío y vivacidad y porque, en aparente contraste, su dueño lo ha embotellado en un envase que pesará casi el kg y con tapón de respeto y guarda, de 48 mm (seguramente pensará que éste, como algunos otros grandes blancos, puede aguantar años). Amarillo pálido para un vino que, en parte, me recuerda a los caballos salvajes de Daguenau: vibrante acidez, le va al pelo. Cuerpo en boca, amabilidad de la sémillon también (sobre todo en nariz: confieso mi devoción por la sémillon vinificada en seco). Mineralidad muy tenue pero atractiva. Pera limonera, hierbas medicinales. Qué desgraciado soy: acabo de topar con otro vino que bebería por cajas, con mucho placer. Ambos vinos se pueden comprar sobre los 18 euros, el primero en Cuvée 3000. El segundo en la cadena Vinus et Brindis (en mi caso, en su tienda de Torrent de l'Olla, con un tipo que aconseja y entusiasma al mismo tiempo).
Viñedos y bosque: qué buena combinación...