Me basta cerrar los ojos
para detener la noche
en donde se cuela tu recuerdo
por el fino eco del agua cristalina
y el pasado regresa y presenta sus espumas.
Rueda un bostezo indiferente de un fauno,
Mientras la luna
y su carcajada de estrellas,
en el silencio central del ruido,
testigos son de los ecos dionisiacos.
Quizás de nuevo las Ménades,
están siendo poseidas por el Dios del vino.
en la espesura que me distancia,
una lágrima podrida se cuela
por el paso del tiempo,
humedeciendo mis soledades.
No hace falta una ciudad de voces,
Las palabras son anclas
clavadas en el suelo
pero al final,corgarán sus crespones
y en la insondable noche,
yo seguire lanzando palabras desnudas al viento
palabras dispersas acaso sin sentido,
para encender el alba, sino una melodia.
Ya al final de la historia,
deshojando los días,
seguire balanceándome
matizada de ausencias
entre las rendijas del insomnio.