Revista Literatura
Matrioska
Publicado el 11 mayo 2012 por HumbertodibSiempre que me encontraba frente a una decisión importante -bueno, vamos, frente a cualquier decisión-, antes de dar el menor paso, me detenía unos segundos a pensar en cómo podía actuar si en vez de ser una persona real, yo hubiera sido un personaje de ficción. Era extraño, lo sé, pero nada grave, un simple desequilibrio mental que no causaba daño a nadie. Sin embargo, esos segundos iniciáticos se fueron transformando en amplios minutos de incertidumbre, ya que comencé a preguntarme cómo reaccionaría -delante de la misma situación- un personaje de Faulkner, o uno de McEwan, o uno de Nabokov, o uno de Proust, o uno de…
De más está decir que el individuo real ya ni contaba, había sido condenado a representar el papel del último muñeco de mi matrioska existencial.Así andaba por la vida, literaturizadopor las manos de otros. Entonces decidí convertirme yo mismo en escritor, pues consideré que tendría una existencia más normal: en verdad, no hubo otro motivo por el cual me haya dedicado a las letras. La cosa mejoró bastante, ya que me movía con mayor comodidad en ese nuevo escenario y con personajes autogenerados. Pero fue la llegada de los blogs lo que le puso fin a mis problemas. Ahora, cuando tengo que tomar una decisión importante -bueno, vamos, cualquier decisión-, pienso en cómo actuaría un personaje de Humberto Dib y recién después doy el gran paso. Entonces levanto la cabeza, sonrío, miro hacia adelante y me imagino (más o menos a la altura de mi pecho) una frase escrita en verde sobre negro que dice: “Humberto, eres muy bueno, tus finales siempre logran sorprenderme”. Y sigo adelante con mis asuntos, sabiendo que tomé la decisión acertada.