Me acuerdo del día en que te conocí, era festivo. Fue un festivo diferente. Diferente y divertido.
Me acuerdo de aquella tarde de lluvia, delante de los cristales y del barro, en lugares que no debieran ser habitados por el barro.
Me acuerdo que la libertad olía a coco, a galletas de coco, sólo había que cruzar la carretera y tener un duro en el bolsillo.
Me acuerdo que era una cajetilla de Bonanza y que vomité. Parque de San Francisco.
Me acuerdo de aquella vergonzosa bofetada y aun me avergüenza. Tú, generosamente no te acordarás.
Me acuerdo de otra vergonzosa bofetada y no se avergonzó nunca. Tampoco puede ya acordarse.
Me acuerdo de aquella mesa con la botella de vino en medio y el plato de manises, perdón, de cacahuetes. Y de nuestra edad, políticamente incorrecta.
Me acuerdo de mil quinientas pesetas, fui asquerosamente rico. Fuimos asquerosamente ricos.
Me acuerdo de aquel patio en Pagés del Corro y unas zapatillas prestadas, y de sor Ecónoma.
Me acuerdo de Sor María Jesús, también, que remedio, de Sor Martina y de don Gerardo, también afortunadamente de Cecilia, y de Gil, y de Suárez y de ti.
Me acuerdo de aquella Nochebuena y de cómo me sacaste de casa. Fue “pa ná”, pero estuvo bien el gesto.
Me acuerdo de que hace ya casi quince años y vamos camino de otros quince. Y probablemente yo no te saque de la cama ninguna otra Nochebuena. Y debería hacerlo.
Me acuerdo de que el miedo olía muy mal, en mi cuerpo y en el ajeno.
Me acuerdo de aquella Pensión Rebollo, de su patio, de sus gatos, del fotógrafo, del Guadiana. Dolorosamente me acuerdo del Guadiana y de la Pensión Rebollo.
Me acuerdo del Puente Viejo, camino de la estación y del campo del Vivero.
Me acuerdo de La Estellesa y de las ciento tres pesetas necesarias para ver los geranios de Santa Olalla un ratito antes de llegar a Sevilla.
Me acuerdo de un coche azul muerte, CC.
Me acuerdo de La Nacencia, pasado por agua y desconociendo a Chamizo.
Me acuerdo de pasear el parque arriba y abajo y ella al contrario y luego vuelta y volver a empezar y la orilla del río.
Me acuerdo de quien sujetaba mi bicicleta para que aprendiera. Veo su cara perfectamente.
Me acuerdo de mi primera redacción, premio Coca Cola y una sonrisa, vergonzosa, pero exultante.
Me acuerdo de Granada, calle de Elvira, donde viven las manolas…
Me acuerdo del Parque Infantil, mi cicatriz también lo recuerda.
Me acuerdo de Rabasa y aquellas cartas de amor, cursis, por supuesto.
Me acuerdo de mi primer acróstico, para ti, claro está.
Me acuerdo de tantas cosas de las que no debiera acordarme y aun así, merecen ser recordadas.